Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

viernes, 14 de mayo de 2010

Hemingway y Fidel: Un gran río, dos corazones

Por Maykel Reyes Leyva


Lo más probable es que todo haya comenzado con la primera línea de Por quién doblan las campanas (1940), una de las mejores novelas de la literatura universal y que versa sobre la Guerra Civil española. Ya desde el mismo instante en que su autor, Ernest Hemingway, la ponía por escrito en la década del 30 de la pasada centuria, debía estar tejiéndose la trama de una historia real y más compleja que lo haría coincidir, muchos años después, con otra de las mentes más brillantes del siglo XX.

Siendo aún estudiante, el joven Fidel Castro escucha hablar de la novela, la encuentra y la lee. (Años después, en 1984, confesó: “Debo haber leído Por quién doblan las campanas más de tres veces. Y conozco la película”). Sin dudas, la historia ―con una mezcla de ficción y realidad― lo impacta y termina por volverse un elemento inspirador para la posterior lucha contra el dictador Fulgencio Batista, tal y como confesaría el líder revolucionario en 1976, en una entrevista ofrecida a Frank Markiewiesz y Kirby Jones. 

Pero no fue esta la única vez que ambos destinos se cruzaron. 

Ya cuando Fidel se hallaba en los preparativos para el asalto al Cuartel Moncada, de Santiago de Cuba, ingresa al Club de Cazadores del Cerro con la intención de hacer prácticas de tiro. Lo acompañan, entre otros, Abel Santamaría. Allí conocen a Fernandito Núñez, encargado de cuidar las armas del ilustre escritor. Fidel le pide un par de rifles prestados y Fernandito le presta “la Yegua”, un calibre 12 de dos cañones, la preferida de Hemingway. 

Para nadie es un secreto el sentimiento de simpatía que el Dios de Bronce de la literatura norteamericana sentía hacia la Revolución cubana, sus contribuciones a la causa en armas y dinero. Nadie como él, que terminó viviendo más de veinte años en la Isla, estaba al tanto de las necesidades del pueblo. Quien diga que Ernest Hemingway (1899-1961) vivía de espaldas a la realidad encerrado en su casona de Finca Vigía, en San Francisco de Paula, no conoce de su carácter humanista y justo, que para nada entraba en contradicción con su papel de ex soldado, ex periodista y hombre duro. 

Finalmente, sus caminos se encontraron el 15 de mayo de 1960, hace hoy 50 años, durante la undécima edición del torneo de pesca de la aguja dedicado al escritor, en la entonces Marina Barlovento (hoy Marina Hemingway). Fidel se apareció acompañado por el Ché Guevara sin imaginar que la contienda duraría poco más de ocho horas. Compitió desde el yate Cristal. Capturó cinco piezas (Hemingway aseguraba que su récord de un día era de siete agujas) y obtuvo un total de 286 68 puntos. Conquistó dos segundos lugares y el campeonato individual. El propio Hemingway le entregó el trofeo y aprovecharon la ocasión para dialogar durante horas. Dicen que en ese momento el escritor le aseguró al líder político: “Tal vez usted sea un novato en la pesca, pero ya es un pescador afortunado.” El apretón de manos unió por fin a dos personas que se admiraban desde mucho antes.

Fue la única vez en que ambas personalidades, que no llegaron a ser nunca amigos, se encontraron frente a frente. Fue la única vez que conversaron, pero es suficiente para que los cubanos celebremos el medio siglo transcurrido de aquel encuentro oficial.

Pero aquí no termina todo.

Estando enfermo, el Premio Nobel partió rumbo a Estados Unidos en 1960. Aprovechando la ocasión, un periodista inquirió su opinión con respecto al proceso que comenzaba a gestarse en la Isla. La respuesta de Hemingway fue contundente: “La gente de honor creemos en la Revolución cubana.” En otra ocasión dijo: “Confío completamente en la revolución de Castro porque tiene el apoyo del pueblo cubano. Creo en su causa”.

Cuando en 1984 al Comandante Fidel Castro se le inquirió sobre la muerte del eminente escritor, dijo: “El hombre puede enfrentar el medio adverso, debe hacerlo incluso. El final no estará escrito, el triunfo se obtendrá siempre. Pero lo imperativo es buscarlo, luchar por él. Y este es el mensaje de Hemingway que hemos tenido presente aquí, en Cuba, en medio de una revolución. De verdad que Hemingway nos ha acompañado en momentos cruciales y muy difíciles por los que hemos atravesado. Nosotros también hemos sido vulnerables y hemos estado expuestos durante décadas a la destrucción. Pero los lemas revolucionarios han sido recurrentes y firmes: ‛convertir el revés en victoria’, ‛podrán destruirnos mil veces, pero nunca vencernos’. Esas han sido consignas sobre fondo rojo en mítines y desfiles, y han sido gritos de combate en los últimos 20 años de la historia cubana. Hemingway tenía toda la razón: Un hombre puede ser destruido, pero jamás vencido.”