Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 15 de junio de 2010

«Poder escribir es lo mejor que me ha pasado en la vida»



Entrevista con el escritor Hugo Luis Sánchez

Por MAYKEL REYES LEYVA

Nadie como un periodista conoce el poder de la palabra. Nadie como él ―obligado por su profesión a plasmar en negro los sucesos del acontecer diario― conoce la importancia de inventarse un mundo paralelo donde poner a habitar los sueños. Refugio seguro para la fe y la esperanza.
Algo de vergüenza debe dar, después de todo, por ese tufillo a traición. Sólo eso explica que Hugo Luis Sánchez (La Habana, 1948), al cabo de varios cuentos escritos, todavía guardara aquello como un secreto impronunciable. Así fue hasta 1993, cuando publicó su primer libro titulado El valle de los archipiélagos. Más de diez años después se atrevería con una novela corta de temática amorosa: Doble jueves, seguida un año más tarde por otro libro de cuentos: Según la noche. No fue hasta 2008 que apareció publicada su segunda novela: El puente de coral, calificada por el también escritor y periodista cubano Leonardo Padura como: “(...) proyecto ambicioso, sin duda el más retador al que se haya enfrentado Hugo Luis en su vida de escritor...”
Por suerte ya las cosas han cambiado.
Hoy Hugo Luis Sánchez se reconoce escritor y teniendo en su haber un buen conjunto de premios, habla con desenfado de su obra y confiesa algunos secretos referentes a su proceso creativo.

¿Periodista o narrador? ¿Cuánto del periodista hay en el narrador, y viceversa?
Mi oficio es periodista; mi hobby, escritor. El periodismo me mantiene vivo, me da para llevar los frijoles a casa, y me mantiene al día: miro, escucho, hablo, escribo de la cotidianidad. La literatura me mantiene con vida, es el escape ante tanta realidad. En mi minicuento Nota de prensa se explica mejor, creo, o, mejor aún en La novia oscura, novela de Laura Restrepo. Me parece que, en mi caso, existe una interacción: el periodismo me ha dado las herramientas para investigar y buscar formas de expresar lo que uno desea, en un orden que parte de lo que uno presupone, imagina, sea una escala de intereses del lector y que es más bien el olfato del periodista; la literatura me ha facilitado nuevas y más armas del lenguaje y de la imagen. Prefiero expresarme con imágenes, ese gusto moderno, alentado más por el cine, que viene de los hombres del medioevo como asegura Umberto Eco en su ensayo La nueva Edad Media.

El relato La utopía de Nils Holgersson aparece en El valle de los archipiélagos, y luego repite en Según la noche. Se ha dicho que esto sucede porque este cuento actúa como una metáfora de lo que constituye un leit motiv en ti: la fidelidad a los sueños y a las aspiraciones como motor impulsor de la existencia. ¿Cuánto de cierto hay en esa opinión?
Y ya que estamos en esto del periodismo y la literatura, La utopía de Nils Holgersson es un reportaje. Mi profesora de técnicas periodísticas, Miriam Rodríguez, una maestra adorable de esas que a lo largo de la vida uno la sigue escuchando como si el aula y las clases fueran eternas, pidió como ejercicio escribir un reportaje y lo inventé. Luego la estructura cambió un poco, pero pienso que sigue siendo eso, un reportaje. En este relato y en Leyenda final se repite un mismo leit motiv: el empeño del hombre por lograr lo imposible con la persistencia de Sísifo. Volvería a hacer lo mismo, a cometer los mismos errores, a vivir la misma vida aunque sabe que lo que quiere lograr es del todo imposible. Por lo demás, la literatura, lo que Abilio Estévez llama fe en la literatura, es este soñar lo soñado como ocurre en Las ruinas circulares de Borges.

Marilyn Bobes dice que si El valle de los archipiélagos se hubiese publicado a finales de los 70, no hubiese sido comprendido ni aceptado, pero que sin dudas te hubiese dado el mérito histórico de inaugurar una nueva manera de narrar. Sin embargo, aparecer publicado en 1993, cuando la cuentística cubana era tan diversa, lo convirtió en un libro más dentro del contexto de la producción que se hacía entonces. ¿Consideras que fue saludable para el libro (y para ti como autor) que El valle de los archipiélagos se publicara cuando lo hizo y no cuando fue escrito?
Yo no sabía publicar, por eso fue. No sabía qué hacer, a dónde ir, con quién hablar… me imagino que esto les ocurre a todos los escritores que empiezan, que solo saben que quieren escribir y ser muy conocidos en sus casas a la hora del almuerzo. Lo otro es que el libro demoró unos cuantos años en salir: de que lo entregué a que se imprimió pasó un tiempo largo. Por lo demás, ¿qué hubiera hecho yo con ese mérito histórico? A lo mejor hasta me hubiera hecho daño, como a otros. Para seguir con La utopía… la escribí en 1971, Sus senos, tres años antes, junto con La pecera negra, y Merry Christmas por ahí más o menos. Marilyn lo dice por eso, porque ella leyó esos cuentos en el 78 ó 79, y me sugirió que escribiera otro más (Doble jueves, que después llevé a novela) para completar un libro. Le hice caso y salió El valle de los Archipiélagos. Desde entonces Marilyn y yo somos amigos, en las buenas y en las malas, es decir, amigos.

Doble jueves fue considerada en su momento una novela “rara” porque, según dijiste tú mismo, “no hay marginales, ni rock, ni la gente se droga, tampoco jineteras; nadie toca salsa ni se hace santo y, para colmo, es solo una historia de amor entre heterosexuales.” ¿Todavía sigues pensando que es “rara”?
Para ser justo, esa enumeración de que en la novela no hay ni esto ni lo otro no es mía, me la dijo un agente literario alemán. Esos eran los motivos por los cuales no le interesó Doble jueves. Ni interesó entonces ni interesa ahora por eso, por esa forma de ser rara. Yo solo le añadí a esa lista alemana lo de heterosexuales. Escribo de lo que me gusta y esos temas del realismo sucio de mercado los rechazo. Y no es que esté evadiendo mí realidad. Pueden remitirse a Dulce hogar, que retrasó cinco años la publicación del libro donde aparece, Según la noche, y fueron cinco y no más o para siempre gracias a Antón Arrufat. Se lo debo a él como muchas cosas más y que conste que soy solo uno más en la larga lista de los deudores de Antón. Todo fue por una palabra, un nombre propio, al final de Dulce hogar y Antón de eso también sabe muchísimo: por una oración él estuvo confinado 14 años en una biblioteca pública. Mirándolo así, no salí tan mal.

Tu novela El puente de coral es evidentemente un esfuerzo por llevar a cabo una empresa de mucho más peso si la comparamos con la primera, Doble jueves. ¿Cuál de los dos textos fue más gratificante? ¿Qué diferencias cardinales o semejanzas evidentes hay entre una y otra?
Las dos fueron un placer inmenso. Doble jueves, por ser mi primera novela, requirió de un entrenamiento que para El puente de coral ya tenía. Las diferencias entre las dos parten, además de las temáticas, del tiempo transcurrido entre ambas, tiempo de la historia de Cuba. Doble jueves es una novela de amor, así de cursi, una novela de amor, y yo trabajaba en Prensa Latina; y El puente de coral es, además, de aventuras, espionaje… Entre una y la otra estuvo y está el Período Especial para Tiempos de Paz. Buena parte de El puente… la escribí siendo taxista, con una libretica en el bolsillo que iba llenando de notas mientras esperaba por los caprichos de los clientes. Cuando llegaba a la casa, no importaba la hora que fuera, me sumergía en el display, en un mundo que estaba haciendo a mi agrado, muy diferente del que estaba viviendo afuera. Aprendimos a sobrevivir, “nosotros, los sobrevivientes”.

La crítica literaria premió El puente de coral y dijo de ella que era inclasificable al no existir en la Isla referente alguno. También destacó la maestría con que se hilvanó la historia, que por momentos parecía de aventura y otros de espionaje. ¿Buscabas ese efecto o fue algo que surgió al azar, a medida que la ibas escribiendo?
Doble jueves, rara; El puente de coral, inclasificable. ¡Está bien! El tema de la presencia de submarinos alemanes en las costas cubanas, incluso solo la temática propiamente de los submarinos alemanes, me atraía y por eso la empecé a escribir. Yo quería divertirme y de ahí que fuera hilvanando esas historias que me cautivaban. Es decir, todo creció en torno a los submarinos aunque ocupen poco espacio en la trama. Lo otro es que durante muchos años, todos los domingos que fueron posibles, escuchaba los cuentos que me hacía un amigo, José Figueroa. Eran los cuentos de su vida. Y esos sí, por azar, se fueron tejiendo ellos mismos en la novela. Él es el personaje de Roco.

Diez años para escribir la novela El puente de coral. Dos años para finalizar el cuento Leyenda final. ¿Cuándo sabes que un texto está terminado y listo para publicar?
Alguien, no recuerdo quien, dijo que las obras no se terminan, se abandonan. Una noche, leyendo poemas de Eliseo Diego y sin siquiera tener conocimiento de ello, descubro una palabra que era mejor a otra empleada por mí en Leyenda final que ya había terminado hacía rato. Dejé el libro y me fui a cambiarla. A mí me cuesta mucho trabajo desconectarme de algo que escribí, incluso más allá del FIN. Todo consiste en seguir disfrutando.

¿Te resulta más cómodo el cuento, o prefieres la novela?
Ninguno de los dos me resulta cómodo. Tengo una idea dándome vueltas y en eso me puedo pasar meses y mucho más hasta que doy con el tono y por ahí me voy, ya en torrente. El trabajo propiamente de escribir una idea es corto, lo que más esfuerzo me lleva es investigar, pulir el párrafo hasta quedar satisfecho, pero es que ese tipo de satisfacción es algo que no me pertenece.

Se nota en tu estilo cierta predilección por los detalles. ¿Algún libro o autor influyó en esa característica?
Mi escritor cubano predilecto es Enrique Serpa y le hago un homenaje en El puente de coral, al igual que a María Elena Llana. De los no cubanos con quien más me identifico es con Scott Fitzgerald y Julio Verne y puede que por este último venga lo de los detalles y también del estudio que hice de la obra de Lovecraft. Hay un parecido entre ambos sobre todo en cuanto a la geografía. Por otra parte, yo no era el que se saltaba las descripciones en los relatos, yo me detenía en ellas.

En alguna ocasión has dicho que eres tu escritor favorito. ¿Por qué? ¿Ser tu escritor favorito no limita tu capacidad autocrítica?
Esto debe ser una verdad de Perogrullo pero es que a mí me gusta mucho como yo escribo, me prefiero, me gusta leerme y soy despiadado e inconforme conmigo mismo. Eso no quiere decir que me considere mejor escritor que otros, todo lo contrario pero, eso, nada más que eso, soy mi escritor favorito. No creas, ser el favorito de uno mismo es muy complicado. Me leo yo mismo hasta que se publica el libro, luego no lo vuelvo a tocar más. Cuento con un equipo de lectores que destrozan lo que hago y para los que yo no soy, pienso, su escritor favorito. Ahora siento que poder escribir, que difiere de saber escribir, es algo de lo mejor que me ha pasado en la vida.

¿Qué importancia le confieres a los galardones? ¿Crees que siempre los mismos son directamente proporcionales a la calidad de los textos premiados?
Un día de pregunté a Eduardo Galeano en Managua por la injusticia cometida con Las venas abiertas de América Latina que se quedó solo en mención y no llegó a premio Casa de las Américas. Me respondió que él también había sido jurado y había sido injusto. Ese ha sido mi temor cada vez que soy jurado: cometer una injusticia. Hasta hoy creo que no he pecado. Incluso tengo el aliciente de haber discrepado de otros jurados con respecto a un libro que solo obtuvo mi voto, pero luego ganó otro premio más importantes. De todo hay en las viñas del Señor. El premio es importante para darse a conocer, ahí me parece que está su mayor valor.

¿Qué opinas del panorama literario cubano actual?
Me voy a referir solo a la narrativa. Hay mucha sed por publicar. A veces no dejan que las ideas maduren más, las trabajan a prisa, de manera atropellada, el texto y toda la estructura y se echan a perder buenas historias. La que sufre más es la novela. Sospecho también que no existe mucha paciencia por la investigación, salvo casos honrosos como el de Leonardo Padura, un ejemplo entre los mejores ejemplos. También hay un gusto desmedido por lo escatológico, por verlo todo mal: el medio, las relaciones entre las personas… Puede que tengan razón. Tener la razón es algo que tampoco me pertenece.

¿Qué estás escribiendo ahora?
Nada, me quedé sin trabajo y tengo que ganarme la vida día a día. El timón me está esperando y, ya que estamos en esto, sí, tengo en mente algo: una historia de taxista, un taxi driver. Este chofer escuchaba todo el tiempo los boleros que salían de la reproductora de su auto y determinaba el precio de la carrera según el número de canciones que cupiera de donde lo contrataron hasta donde se bajo el cliente. ¿Qué te parece? Por si se lo topan por ahí, deben tener en cuenta que un bolero suele durar alrededor de tres minutos: no se deje estafar.

Hugo Luis Sánchez (La Habana, 1948). Periodista y narrador. Entre sus publicaciones se encuentran El valle de los archipiélagos (Letras Cubanas, 1993); Doble jueves (Ediciones Unión, 2005); Según la noche (Letras Cubanas, 2006) y El puente de coral (Ediciones Unión, 2008). Obtuvo Premio en el Concurso Internacional de Cuentos Juan Rulfo 1998, Premio en el Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio 2006, Mención en el Concurso Hispanoamericano de Cuentos Julio Cortázar y Premio de la Crítica Literaria 2008.

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