Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 16 de marzo de 2010

John Dos Passos: El alma de Nueva York

Por Maykel Reyes Leyva


No son pocos los autores que han pretendido plasmar en sus escritos la visión totalizadora de una sociedad. Los ejemplos son harto elocuentes. Balzac intentó mostrar su visión de la sociedad francesa del siglo XIX en La Comedia Humana. Le siguió Emilio Zola, quien complementó esa misma visión en su Historia Natural y Social de una familia durante el Segundo Imperio. La obra de Thomas Mann no fue más que un esfuerzo suprahumano para exponer el complejo mecanismo en el que se desarrollaba la sociedad alemana de principios del XX. Jules Romains, John Galsworthy, Roger Martin du Gard y León Tolstoi, son otros ejemplos que pudieran citarse. Pero nadie como John Dos Passos fue capaz de retratar una sociedad (la norteamericana en este caso) con tanto nivel de perfección, al convertir su novela Manhattan Transfer en “el panorama del oído, el olor, el ruido y el alma de New York”, al decir de Sinclair Lewis.

Su nombre es un poco más largo: John Rodrigo Dos Passos. Su padre era de origen portugués, lo que explica su extraño apellido, y su madre provenía de la aristocracia sureña. Nació Dos Passos en Chicago, el 14 de enero de 1896, y es uno de esos raros casos en que un escritor nace en el seno de una familia burguesa acomodada. Cuentan que tuvo una infancia feliz y que fue a las mejores escuelas. Estudió leyes en la Universidad de Harvard desde 1912 hasta 1917. Justo en ese año publica sus primeros versos y decide viajar a España con el objetivo de estudiar arquitectura. Pero Estados Unidos entra en la Primera Guerra Mundial y la vida de Dos Passos da un giro inesperado.

La extraña sensación de que debía actuar de acuerdo a su tiempo, lo impulsó a alistarse como camillero en el cuerpo de ambulancias, pero sólo por poco tiempo. Los acontecimientos terminaron por convertirlo en soldado raso en las filas de combatientes. Escribió: “A pesar de que en ese tiempo yo era un pacifista, tenía muchos deseos de ver la guerra de cerca. (…) Gracias a la presión de Estados Unidos, pude ingresar en el cuerpo de médicos adjunto a las tropas norteamericanas. Allí mis asuntos marcharon mejor y casi alcancé el grado de sargento. Pero algo se interpuso y terminé la guerra tal y como la había empezado: como soldado raso y en la retaguardia más profunda. Sin embargo, toda la experiencia que acumulé en relación con la guerra tuvo gran valor para mí: por primera vez me encontraba en lo más bajo de la pirámide social, donde el hombre es igual a un perro, y lejos de los muros de la torre de marfil tras la cual suele estar la intelectualidad; experimenté sobre mí toda la opresión de la sociedad capitalista”. Más tarde él mismo confesaría que la guerra había sido como una sacudida que lo alejó de su preciosismo inicial para hundirlo en las preocupaciones sociales que marcarían de manera definitiva la literatura de los años veinte. Su experiencia como soldado aparecería retratada en su primera novela, publicada en 1920, titulada La iniciación de un hombre: 1917, donde describe la vida de un soldado que le da la espalda a la brutalidad de la guerra, asumiendo una ideología socialista. Esta historia, editada en Inglaterra, fue la primera obra norteamericana escrita en prosa sobre la Primera Guerra Mundial. 

Sin embargo, no fue hasta el año siguiente, 1921, cuando publica la novela Tres soldados, en que abandona para siempre el romanticismo individualista de su etapa de Harvard y donde pone de manifiesto su tendencia a rechazar la forma tradicional de la novela. En el 23 publica Rocinante vuelve al camino, una historia sobre su estancia en España que contiene interesantes reflexiones sobre su viaje. Un año antes, en 1922, había visto la luz su libro de poesía Una carretilla en la curva, considerado por la crítica una obra de poco valor.

Caracterizado por evitar un argumento lineal y fluido, el estilo dospassiano va evolucionando obra tras obra, optando por un método de narración a saltos que responda mejor a la realidad sobre la cual escribe. Y es que John Dos Passos concibe el mundo no como algo absurdo, sino caótico, y por eso se empeña en mostrar no el mundo interno de sus héroes, sino el mundo exterior separado de la percepción y la valoración del autor.

Finalmente, en 1925, publica la novela que lo lanzaría sin remedio a la constelación de clásicos de la literatura norteamericana: Manhattan Transfer. Un calidoscopio de sucesos, episodios, personajes, que pueden cruzarse o no, y que da la sensación de estar frente a varias obras independientes. Sólo un detalle parece darle unidad a la obra: Nueva York y la época, comprendida entre los años 1890 y 1925. Para rematar, el autor entorpece la narración insertando en ella fragmentos de periódicos con escenas de la vida neoyorquina no relacionadas entre sí ni con las historias de sus héroes. John Dos Passos estaba convencido que semejante estructura le permitiría enseñar más objetivamente la realidad y el correr vertiginoso de la vida en la ciudad. Por ello no es extraño que en la novela aparezcan abogados, periodistas, actores, desempleados, emigrantes, delincuentes y un lechero, además de otras personas. “Cada una de ellas, escribe Yasen N. Zasurski, ilustra la situación de las distintas categorías sociales en Nueva York, su dependencia de la posición que ocupan en el mundo burgués”.

Contradictoriamente, Upton Sinclair dijo a Dos Passos: “Usted ha echado a perder el libro con esa forma calidoscópica que le ha dado. Usted sólo ofrece la posibilidad de ver de pasada a uno u otro de los personajes —y hay una gran multitud de ellos—; después, empieza a moverlos hacia atrás y hacia delante, pero con tanta rapidez que no hay oportunidad de seguirlos, y uno deja de orientarse y en gran parte no sabe de qué y de quién se habla. Estoy convencido de que si usted hubiera expuesto simplemente y sin rodeos todo ese humor y esa pasión que se encierran en Manhattan Transfer, habría logrado una obra grandiosa”.

Manhattan Transfer fue considerada una obra literaria impresionista y también una novela colectivista. Los críticos se apresuraron a señalar “el fracaso del experimento de Dos Passos”. Incluso, se dijo que al autor no le interesaban los destinos individuales de las personas, ni tampoco sus penas y alegrías personales, y si le interesaban, era sólo en la medida en que eran característicos de unas u otras estructuras sociales.

Sin embargo, el 5 de diciembre de 1925, en la revista Saturday Review of Literature, Sinclair Lewis dejó escrito lo siguiente: “Considero a Manhattan Transfer más importante en todos los sentidos que cualquier obra de Gertrude Stein o Marcel Proust o incluso que ese gran elefante blanco, el Ulises de Joyce, pues Dos Passos sabe utilizar y utiliza hábilmente toda su psicología experimental y su estilo, toda su protesta contra los modelos de la literatura clásica. ¡Pero hay una diferencia! ¡Dos Passos es interesante!”

Alguna influencia debió tener en él las críticas adversas, pues en lo sucesivo, sobre todo en los años 30, renunció al carácter calidoscópico de Manhattan Transfer, sin abandonar su pasión por los experimentos. Justo en esa década consiguió crear obras artísticas en las que expresaba las ideas más avanzadas de su tiempo, incluso se mostraba próximo al movimiento obrero. Su literatura se hizo más interesante pues, intentando expresar el rechazo que sentía hacia la burguesía norteamericana, llevó a cabo experimentos en extremo atrevidos.

En 1927 publicó Frente a la silla eléctrica. Fue a finales de la década del 20 cuando viajó a la Unión Soviética y, aunque mantenía una ideología bastante cercana al socialismo, la visita lo hizo ser mucho más crítico. En 1930 inició una trilogía a la que tituló U.S.A., y a la primera novela la nombró El paralelo 42; en 1932 editó la segunda parte: La primera catástrofe (1919-1932); en el 36 sacó a la luz la tercera y última parte: El gran dinero, considerada por el Congreso de Escritores Norteamericanos la mejor novela del año 1937. Durante este mismo año se dedicó a viajar por el frente de Madrid en compañía de Ernest Hemingway y en conjunto trabajaron en el guión del documental La tierra española. Es entonces que John Dos Passos se entera de la desaparición de su amigo y traductor José Robles Pazos, presumiblemente a manos de los servicios secretos soviéticos, y decide romper de manera definitiva con la ideología comunista. Al año siguiente publicó Viaje entre dos guerras, un libro de crónicas sobre sus visitas a México, la Unión Soviética, España y el Cercano Oriente, durante un período de 20 años. En 1939 publica Aventuras de un joven, seguido, en 1941 del libro de ensayos El suelo que pisamos. En el 43 se editó El número uno; luego, en el 49, El gran plan; en el 52 Distrito de Columbia y seis años después, en 1958, La gran época, con personajes norteamericanos, pero que transcurre parcialmente en Cuba antes del triunfo de la Revolución. En último lugar, en 1961, apareció su novela A la mitad del siglo.

El crítico inglés Michael Millgate escribió sobre la producción literaria del autor: “Las novelas del Dos Passos de los últimos años decepcionan”. También la crítica soviética se muestra unánime en la valoración de su obra. Consideran todos que sus últimas publicaciones han perdido su valor artístico, que exponen las ideas más reaccionarias y abogan por el anticomunismo. Hasta los críticos norteamericanos e ingleses con ideología anticomunista, reconocen la decadencia de su talento. Pero, de cualquier modo, ya John Dos Passos había dado lo mejor de sí con la publicación de Manhattan Transfer y de su trilogía U.S.A. Murió en Baltimore, Maryland, el 28 de septiembre de 1970.

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