Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Tiempos de definición

 (Publicado en Facebook el 19 de julio de 2021)

Alguien con quien trabajo y con quien no comparto su filosofía política (a pesar de considerarlo un hombre inteligente), dijo el otro día, en una reunión a raíz de las manifestaciones del 11-J, que estos eran tiempos de definición, y pidió, listado en mano, la colaboración de todos los trabajadores de la empresa para “salirle al paso” a los enemigos de la revolución. (Nótese que escribo revolución en minúsculas. Después de la orden de combate dada por quien ocupa el cargo de primer secretario del Partido Comunista, no se me ocurre escribirlo de otro modo).

No podía estar más de acuerdo con ese compañero de trabajo, así que fui el primero en levantar la mano para pedir la palabra, y dije que conmigo no contaran para eso. Y pronto fui secundado por dos compañeros más. La mayoría de los presentes se mostró temerosa, dijeron que sí pero queriendo decir que no. La voz insegura, vacilante. A una de esas personas la confronté luego, en la calle, y le pregunté que por qué estuvo de acuerdo en algo semejante. Su respuesta me decepcionó bastante: “¿Y qué tú querías que hiciera?”, dando a entender que casi la habían obligado a aceptar.

¿Cómo explicarle a esa persona (no puedo decir su nombre. Hemos vuelto a los tiempos del clandestinaje) que no se trata de lo que yo quiero o dejo de querer, sino de lo que ella quería decir realmente y que no tuvo los ovarios suficientes para hacerlo? (En su defensa debo decir que a pesar de, cada vez que la han “convocado”, siempre se inventa una excusa para no ir).

Ese mismo día, mientras en la empresa se sucedían reuniones tras reuniones (algunas a puertas cerradas, otras con todo el colectivo, las menos por departamento, como si de pronto nadie recordara que hay una epidemia que está matando gente), el señor que ocupa el cargo de presidente del país y de cuyo nombre no quiero ni acordarme, apareció en la pantalla televisiva en medio de una pataleta que duró horas. (A lo largo de mi vida he comprobado que casi siempre el que más grita es el que más miedo tiene). Lo poco que pude escuchar me molestó bastante. Este hombre siguió justicando las tiendas en MLC (llamémosle por lo que son: tiendas en dólares. No me gustan los eufemismos), continuó culpando de todo al bloqueo y reiteró la orden de combate dada el día anterior (en otras palabras, a seguir rompiendo cabezas de todo aquel que piense diferente a la oficialidad).

Las manifestaciones han continuado en las calles. La represión también. Continúan los presos, los desaparecidos, las personas siendo detenidas durante la madrugada. Continúa el hambre, la miseria, la falta de medicamentos. Siguen sin decir el número exacto de muertos. (Muchos dicen “de ambos lados: civiles y policías”, pero yo los llamo simple y llanamente muertos, porque todos somos cubanos, las perdidas son de todos). Continúa el aumento de los infectados y de los fallecidos por la COVID. Continúa el curioso silencio de Raúl. Cierto que apareció el sábado 17 de julio en la Tribuna, pero no hizo uso de la palabra. Parecía puesto ahí como para dar legitimidad al acto, pero ¿a nadie le resulta cuando menos curioso que no haya dicho ni pío?

En los centros de trabajo continúan reclutando gente para salir a golpear a otros. En algunos casos, según he escuchado, incluso bajo amenaza de descontarles el día laboral o de perder el trabajo. No contentos con ello, ahora también “convocan” a los adolescentes universitarios. La hija de un amigo mío, estudiante de la Cujae, fue una de ellas. El hijo de otro amigo mío, trabajador civil en una unidad militar, también fue convocado. Lo mismo para otros muchachos recién salidos del Servicio Militar. Incluso, conozco a una familia que tienen oculto a su hijo en otro municipio luego de que fueran a buscarlo a la casa con una orden de movilización.

Quiero escuchar qué va a decir el gobierno cuando uno de estos muchachos (muchachos de bien, de buena familia, estudiosos, trabajadores, no delincuentes, ni mercenarios) sea apedreado o apaleado por una turba que se defiende con lo que tiene. ¿A quién van a culpar? ¿A quién van a querer cargarle el muerto?

No todos podemos (o queremos) salir a las calles a manifestarnos. Pero sí todos tenemos la obligación de definirnos. Decir NO a las “convocatorias” que haga el centro de trabajo, el CDR, el Partido o quien sea; no aceptar que nos obliguen a participar en nada que no queremos, ni permitir que usen a nuestros familiares (dígase hijos, hermanos, sobrinos, hasta vecinos) como punta de lanza, es también una forma de definirnos, es también una manera de manifestarnos. No hay que seguirles el juego a estos directivos, cuadros, miembros del Partido que, en definitiva, sólo están defendiendo sus propios intereses, su postura. Defendamos nosotros la nuestra. No hace falta ofender. No hace falta agredir. Basta con decir NO a la primera, de un modo claro, diáfano, sin paños tibios. Sobre todo, para que sepan que están tratando con personas definidas, que no nos vamos a dejar manipular. Ya no más.

Por mi parte, aún hay otra pequeña cosa que puedo hacer: voy a eliminar de mi lista de amigos de Facebook a todos aquellos que han tomado una actitud indigna hacia el resto de los cubanos. No los necesito alrededor mío. No quiero escucharlos ni leer las mierdas que escriben. No son mis amigos. Así que si a partir de hoy dejas de recibir mis publicaciones, sabrás que estás eliminado. Y que este cubano está bien definido.

 

M.R.L. (18/7/2021, 4:20 a.m.)

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