Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

miércoles, 29 de octubre de 2008

La importancia de llamarse Ernesto (versión completa)

Por MAYKEL REYES LEYVA


...ningún libro es también una escalera.
Jorge Luis Borges

Solía contarme que cierta vez se sorprendió con Eliseo Diego sentado en el patio de su propia casa, en medio de un grupo de amigos amantes de las letras. Era una suerte de tertulia, donde a cada uno le tocaba leer lo suyo. Finalmente, le tocó a él. Bajo la sombra de los árboles leyó un poema y, al terminar, halló sobre su figura la mirada fija de Eliseo, quien parecía haber reparado en su presencia por vez primera. “¿Cuál es tu nombre?”, indagó el Maestro. Con humildad, le respondió: “¿Yo? Ernesto.” Eliseo negó con la cabeza, meditabundo, y luego sentenció: “No, tú te llamas... Ernesto Ernesto.”

Hoy es casi un sacrilegio ser batabanoense y no conocer a Ernesto Ernesto. O vivir en cualquiera de los otros municipios de La Habana y ni siquiera haberlo oído nombrar. Pedro Ernesto Pérez Pedroso (Surgidero de Batabanó, 1950) es uno de esos escritores con los que vale la pena sentarse a hablar, pues es dueño de un sinfín de anécdotas de todo tipo. Durante una de esas charlas supe que era sobrino de Regino Pedroso y me acerqué, por primera vez, a ese mundo fabular y subyugante que él mismo dio en llamar Bujamey.

Poeta, pintor y narrador, alérgico ─diría yo─ a los concursos y a hacer vida literaria (excepto cuando escribe), tiene en su haber las novelas La Venus negra de La Te, El tocayo, E.E. versus G.C, (posteriormente rebautizada con el titulo Sin concha ni apuntador) y la controversial novela Bujamey, presentada en la Sala Alejo Carpentier de la Plaza San Carlos de la Cabaña durante la X Feria Internacional del Libro de La Habana 2001.

Fue el crítico y ensayista Salvador Redonet quien ─seis años antes, en 1995─ dijera: “En la novela Bujamey hay romance y no es una novela romántica; hay ficción científica y no es ciencia-ficción; hay espionaje y no es de espionaje; hay religiosidad y no es religiosa; hay política y no es una novela política; hay una nueva y poco conocida mitología ─que estoy seguro interesaría sobremanera a los mitólogos─, y aún no me atrevo a enmarcarla como mitológica; hay también mucho erotismo y no es erótica; y ustedes se preguntarán: Entonces ¿qué es Bujamey?; pues yo les diría ─tomando palabra de Lezama─ que esta novela es el hallazgo en la realidad signada del espacio gnóstico transfigurativo que engendra la realidad, devolviéndola a su imposible infinitud, para que no vuelva a engendrar imagen posible...”

¿Cómo surge el mito que dio pie a la novela Bujamey?
Por un antiguo saliente costero que ciertamente hubo donde luego de 1815 ─cuando uno de los ciclones más devastadores que azotó la Isla tuvo lugar─ quedó solo un pequeño monte sobreasomado por delante de la costa a lo que todos los pobladores continuaron llamando Guajamey, pero que un portulano español, con ese vicio badajoceño de sustituir ─quizás por haber introducido el plátano en América para relegar la yuca y el maíz─, comenzó y cambió el fonema gua por bu, y al trazar su mapa costero bautizó el lugar como Bujamey, no pudiendo lograr con Guanimar, Guane, Guanahacabibes, Guantánamo, Guara y muchos otros nombres originarios la misma impostura. Por supuesto que esta impostura fue aprovechada por los que ven en Bujamey una escalera. Supongo que olvidan la experiencia de los últimos peldaños de la Escalera de Babel.


¿Qué es el bujameyismo y cómo se manifiesta?
Perro Jaus Gutiérrez, digo, Pedro Juan Gutiérrez, por el beneficio de poder publicar en la Planeta se estevó en un reciente libro buscador de mercado y habló de mí y del bujameyismo hasta complacer a sus nupciantes, pero muy a pesar de ello, el bujameyismo es un hecho de asumir la benefacción del agua y no lamentarla, como acaso (“la maldita circunstancia del agua por todas partes”, Virgilio Piñera) algunos de nuestros mejores escritores lo han expresado. En Surgidero, la llegada de los llenantes, por ejemplo, o los ciclones, sabiéndose el peligro que entrañan, constituyen para los pobladores de este antiguo emporio una explosión de alegría y jubileo, esa expresión particularísima de los pathabanistas llevada al texto es lo que, tras publicarse Bujamey, comenzó a manifestarse de tal forma que es lo que le llamanos bujameyismo.


¿Cuánto de Batabanó hay en Bujamey, y viceversa?
Bujamey, quiero decir, la novela así intitulada, es Surgidero (de Batabanó), no Batabanó. Es la utopía infantil que todo niño abriga y la que, al crecer, se nos enquista confundida en la añoranza juvenil, como la verdad histórica que nunca es la que juzgamos que sucedió y la participamos al modo de Carlyle, el escocés, escribiéndola con nuestra vida en tanto nos la escriben. De Surgidero hay en la novela la Calle La Línea, la Clínica Nuestra Señora del Rosario, la Calle Cacarajícara donde murió el músico jaranoense (mejicano) Juventino Rosas, creador del vals Sobre las Olas; aparece también el hotel Dos Hermanos, inglesado en el Two Brothers; el puente El Chivo y personas-personajes como Sergio Cornúa, Domingo Chavao, María Lagüesera, y muchos otros.

Eres un escritor controvertido. ¿Cuánto de riesgo y de favorable hay en eso?
Creo que todo escritor es controvertido, si no, no escribiera. En cuanto al riesgo, por llamarme Ernesto corrí el primer riesgo, ya sea por la importancia o por la equivocación para su traducción de honest y Ernest, según se supo después. Cuando Eliseo Diego me bautizó en una tertulia en la terraza de mi casa con el duplo de Ernesto Ernesto, se aunó indualmente mi alter ego y al nuclearse toda la homoduplexia de mí mismo, SE HIZO LA LUZ. He ahí lo favorable.

Cuando seas polvo en el viento, ¿seguirá existiendo Bujamey?
Bujamey existirá porque ha sido y es una escalera, a pesar de Borges.

Sin Batabanó, ¿quién sería Ernesto Ernesto?
Sin Batabanó, Ernesto Ernesto sería Ernesto Ernesto, porque simplemente existe Bujamey.

(Una versión modificada de esta entrevista fue publicada por el periódico el habanero, el martes 14 de octubre de 2008. Dicha versión aparece también en este blog. Por cuestiones circunstanciales, la entrevista debió hacerse por correspondencia, luego de que el autor y el entrevistado no se vieran durante casi 10 años. En su carta de respuesta, Ernesto Ernesto hizo la siguiente introducción que, tal como sus respuestas, dan una idea de su personalidad originalísima: “Batabanó, 7 de octubre de 2008. Año 32 que cumple mi hija Dalamys. HERMANO: En La Biblioteca de Babel, Borges sufre y escribe en presente eterno: ‛ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací’; más adelante acota: ‘basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera’. Claro que Borges, aunque la había creado, no escribió Bujamey y quizás la propia inmortalidad recurrente le arrancaba ─como se propinó a sí mismo Demócrito de Abdera─ los ojos para mejor pensar. Lo cierto es que Bujamey (la novela) le ha servido a algunos de escalera. Te contaré cuando nos veamos (¡Y ojalá sea pronto!). Para mí, que no los pasé en Buenos Aires y otros países cantando tangos, 10 años son bastante tiempo. Tantos como para casi insoportar la emoción y los tantos recuerdos, HERMANO. Y he ahí el porqué no tengo que aseverarte si estoy de acuerdo con tu propuesta (de publicar la entrevista). Lo que hagas está bien. Con el sólo hecho de haberme escrito es posible que ya te encuentres en el index librorum prohibitorum, entre los que también aparecían Galileo, Kepler, Copérnico, Pascal, Voltaire, Rousseau, Spinoza, Leibnitz, Kant, Bacon, Hobbes... Stendhal, Hugo, Zola, Milton y tantos más o menos como lo que corresponde o pertenece a ese Domador que la escritora pathabanista Lourdes Tomás Fernández de Castro consiguió en su primera novela... En cuanto a las preguntas, seré breve.” Sirva este trabajo de humilde homenaje a todos mis amigos de Batabanó.)

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