Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

jueves, 14 de enero de 2010

El misterio de los sueños

Por MAYKEL REYES LEYVA


Cuentan que el famoso físico alemán Albert Einstein, cansado de sacar cuentas en un pizarrón, se acostó a descansar un poco y que, cuando despertó, ya tenía en la mente la fórmula de la Relatividad.

Algo semejante ocurrió con el escritor Robert Louis Stevenson, quien soñó el argumento de El Misterioso Caso del Dr. Jekill y Mister Hyde, y al despertar, se sentó y lo escribió.

Para el siquiatra austriaco Sigmund Freud (1856-1939), el sueño satisfacía a través de la imaginación, aquellos deseos instintivos que habíamos tenido durante la infancia, pero que se conservan registrados en nuestro inconsciente. La idea que tenemos de algo o de alguien, es sustituida por otra imagen que suele ser representada de modo distinto. A este fenómeno Freud lo bautizó “desplazamiento”. Para él, logrando interpretar los sueños, podían eliminarse las represiones que llevábamos dentro, acabando de este modo con todos los problemas.

Sin embargo, Carl Jung (1875-1961), un famoso siquiatra suizo, le restaba importancia a los deseos infantiles como formadores de nuestro inconsciente. Llama “sincronicidad” a la coincidencia valedera de dos o más hechos donde pudiera intervenir el azar. Para Jung, los sueños tenían sus orígenes en el inconsciente colectivo, y aunque fuésemos capaces de acabar con todas las represiones, seguiríamos teniendo sueños y fantasías.

Distinto a lo que pensaba Jung, Freud aseguraba que los sueños poseían símbolos de significados fijos. Gracias a ello, muchas personas creen poder interpretar los sueños a partir de determinados detalles.

Por ejemplo, si se sueña con colores quiere decir que en nuestra vida se están produciendo acontecimientos significativos. Así, el amarillo simboliza la paz que el espíritu desea para encontrar bienestar. El azul es el color de la virtud y la verdad. El blanco, es la máxima pureza, el dar sin pedir nada a cambio. El rojo es la pasión, la voluntad, la energía. El verde es la esperanza, la reconciliación, la fecundidad y la abundancia. El morado tiene que ver con la espiritualidad. El naranja es la ambición, el egoísmo. El negro, la depresión y el desconcierto.

Para los seguidores de Freud, los temas de nuestros sueños tienen una estrecha relación con cosas que hemos vivido. En ocasiones, un sueño que no se comprende en el momento de ocurrir, puede estar preparándonos para un acontecimiento posterior. De lo que sí no cabe dudas es que hay sueños que pueden ejercer cierta influencia, lo mismo positiva que negativamente, en nuestro humor.

Jung era de la opinión de que los símbolos que aparecían en los sueños, tenían significados relativamente fijos. Es decir, nunca era el mismo. Lo cierto es que la mayoría de nosotros no llegamos a comprenderlos y solemos calificarlos de absurdos.

Los científicos aseguran que los animales sueñan. Se ha comprobado que ellos, igual que nosotros, transitan por la fase REM, que es donde se producen los sueños. Lo que no se ha logrado averiguar es si sueñan semejante a nosotros o de un modo distinto, ya que ninguno de ellos tiene la facultad de contarnos qué o cómo ha soñado.

También se ha comprobado que los factores externos como la luz, ruido, frío y calor, afectan a los sueños. Incluso influyen al hecho mismo de dormir, dificultando el sueño o facilitándolo.

Una de las inquietudes que albergan los investigadores es si los niños son capaces de soñar mientras están en el vientre de su madre. Aunque la ciencia no puede dar una respuesta categórica a esta pregunta, hay quienes se aventuran a responder afirmativamente.

Se dice que desde el instante en que el feto está formado y su cerebro funciona a la perfección, el bebé tiene sueños de algún tipo.

Hay quienes opinan lo contrario, y señalan que los bebés durante el embarazo tienen una actividad electroencefalográfica, pero ésta es de las llamadas ondas lentas del cerebro. La fase REM en ellos es muy escasa, por lo que se supone que la actividad onírica sea prácticamente inexistente.

Así, los estudiosos del tema se debaten en un sinnúmero de interrogantes que por ahora carecen de respuestas. Pero, ¿quién sabe? Tal vez un sueño les dé la clave del enigma y el acto de soñar deje de tener secretos para todos nosotros.

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