Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

jueves, 14 de enero de 2010

Matías Pérez: El hombre que no se olvida

Por MAYKEL REYES LEYVA


Pocas veces la mala suerte inmortaliza el nombre de un personaje. Eso pasó con Matías Pérez, célebre aeronauta que desapareció para siempre en los cielos de Cuba. Su historia, brevísima y narrada en el libro Contribución a la historia de la aeronáutica y el correo aéreo en Cuba, de Tomás Terry, sobrevive al paso del tiempo y justo en estos días se conmemora un aniversario más de su audaz aventura.

Muchos han sido los hombres alrededor del mundo que —intentando imitar el vuelo de las aves— arriesgaron la vida, guiados más por el afán de notoriedad y dinero que por un esfuerzo científico. En Cuba la situación no fue muy diferente. Los globos aerostáticos comenzaron a ser conocidos hacia el año 1796. De hecho, a mediados del siglo XIX las ascensiones en globo se pusieron en boga, convirtiéndose cada ascensión en un espectáculo de entretenimiento.

Todo indica que el primer aeronauta de Cuba fue el francés proveniente de Nueva Orleans Eugenio Robertson. El 19 de marzo de 1829 se elevó en un globo aerostático desde la Plaza de Armas de La Habana, cercana al Castillo de la Real Fuerza y que se estima existía desde 1577. Su ascensión formaba parte del programa de festejos destinado a la inauguración del Templete, pequeño edificio de estilo neoclásico, por lo que no resultaba rara la presencia del Gobernador don Francisco Dionisio Vives.

Aunque las fiestas duraron tres días, desde el 18 hasta el 21, fue el 19, en horas de la tarde, cuando el globo del francés se elevó. Fue a caer horas después en un potrero cerca de Nazareno, un pueblito de apenas veinte casas alejado de la ciudad. Con aquel show Robertson consiguió reunir la nada despreciable cifra de 15 000 pesos. Quizás haya sido este el motivo por el cual otros decidieron imitar su heroicidad.

En 1830, otro extranjero residente en la Isla, el francés Adolfo Theodore, realizó tres ascensiones. Le siguió el cubano José Domingo Blinó, quien realizó una primera ascensión el 3 de mayo de 1831 y una segunda en 1833. Era Blinó un sujeto ingenioso, que supo construir él mismo su propio globo y preparó el gas hidrógeno para inflarlo. Cuentan que durante su primer vuelo, iniciado en la plaza de toros del Campo de Marte (donde actualmente se encuentra erigido el Capitolio de La Habana) a las seis y cuarto de la tarde, lo sorprendió una tormenta y el globo se perdió de vista. Los testigos aseguraban que el viento lo había llevado hasta La Florida. Pero pronto El Diario de La Habana dio a conocer que en realidad había caído mucho más cerca, en un potrero de Quiebra Hacha, a una legua al suroeste de Mariel.

Las ascensiones en globo se hicieron cosa común en aquellos tiempos. La lista se hace monótona: el norteamericano Hugo Parker el 10 de julio de 1842; el estadounidense William Paullin el 27 de abril de 1845; y el también francés Victor Verdalle en febrero de 1850. Relevante fue el caso de Eugenio Godard, quien realizó varias ascensiones con bastante éxito.

El 22 de marzo de 1856, también desde el Campo de Marte, el excéntrico Boudrias de Morat, partió en su globo en busca de renombre.

Pero aunque todos arriesgaban su vida, sólo uno de estos intrépidos aeronautas pasaría a la historia como el más famoso de los aventureros cubanos.

En realidad, no era cubano. Era portugués, pero con el tiempo había terminado aplatanándose en la Isla. Poseía un taller de toldos en la calle Neptuno. Le conocían por El Rey de los Toldos, ya que su habilidad en esa industria era notoria. Su nombre: Matías Pérez. Resultó ser un estudioso y un amante empedernido a la aeronáutica. Dicen que devoraba las publicaciones europeas sobre el tema y que tenía en su poder todo el material que al respecto había escrito Leonardo Da Vinci. Asistía a las tandas que Godard daba en el teatro Tacón y donde ofrecía charlas sobre el arte de volar. Matías Pérez anotaba cuidadosamente sus explicaciones y tampoco se perdía los vuelos de Godard, llegando a relacionarse con él. Su globo, llamado La Villa de París, se lo había comprado Matías a Godard por el precio de 1 200 duros.

El 12 de junio de 1856 el pueblo habanero se reunió en el mismo sitio para decirle adiós al portugués. Su globo tuvo buenos vientos y fue a descender en una zona conocida como Filtros del Husillo, como a dos millas del Cerro. Pocos días después, obtuvo un permiso del general Concha para llevar a cabo una segunda ascensión, fijada para el 28 de junio, pero transferida después para la mañana del 29. Pasadas las siete de la noche, aún no se había elevado. Según los periódicos de la época, se observaba en Matías Pérez y en quienes lo acompañaban ciertas dudas relacionadas con el estado del tiempo, que no era favorable. Por fin, lo vieron volar por sobre el Paseo del Prado y cómo el viento lo arrastró hacia el mar, haciéndolo desaparecer tras las nubes. Nunca más se supo de él.

Aunque se llevó a cabo una meticulosa investigación en Pinar del Río, La Habana y Matanzas, Matías Pérez nunca apareció. Todas las diligencias resultaron fallidas. Algunos años después, en unos cayos próximos, se encontraron accidentalmente los restos de un globo aerostático, pero jamás llegó a saberse si se trataba de La Villa de París.

Desde entonces hasta la fecha, muchas han sido las teorías que intentan explicar su desaparición. La más sencilla (que cayó en el mar y murió ahogado) convive con la más disparatada (que fue abducido por los extraterrestres).

Lo curioso es que, mientras algunos con mejor suerte han caído en el olvido, fue el portugués con su negro destino quien pasó a la posteridad. Hoy, cuando alguien se va y dejamos de tener noticias suyas, lo más común es escuchar una frase que perpetúa para siempre el nombre del héroe: “Voló como Matías Pérez”.

1 comentario:

Maykel dijo...

Por qué calificas de excéntrico a Boudrias de Morat?

Te agradecería una ampliación sobre este aeronauta en específico, tocayo.