Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

sábado, 6 de junio de 2015

Los rayos... Te nombro, pero no te llamo

Por MAYKEL REYES LEYVA 


¡Los rayos…! Pura energía eléctrica sin inteligencia alguna… ¿Seguro? ¿O es que hay humanos que nacen con cierta predisposición a ser pararrayos de carne y hueso? Veamos. 

Un camionero de nombre Edwin Robinson sufrió un accidente de tránsito en 1971. Como resultado, quedó ciego y casi sordo. Los médicos aseguraron que no tendría remedio. Pero al juzgar por los hechos, el destino tenía decidida otra cosa. En 1980, cuando ya Robinson contaba con 62 años de edad, fue alcanzado por un rayo mientras paseaba por Felmouth, en Maine, Estados Unidos. Su bastón de aluminio para invidentes quedó reducido a cenizas. Otro tanto pasó con su prótesis auditiva. Sin embargo, cuando el hombre recuperó el sentido descubrió que podía ver y oír con total normalidad. Incluso, con el paso de las semanas, notó que comenzaba a salirle el pelo, el cual había perdido durante su juventud. 

En octubre de 1998, los once jugadores del equipo de fútbol de la República Democrática del Congo murieron alcanzados por un rayo, durante uno de sus partidos. Lo asombroso es que la descarga eléctrica no afectó en lo más mínimo a los jugadores del equipo contrario, a pesar de hallarse mezclados en el terreno. 

Una tormenta se desató sobre Taranto, un pequeño pueblo italiano, el domingo 8 de octubre de 1899. Fue tan imprevista que sorprendió a Jacoppo Primarda trabajando en el huerto de su jardín. Mientras el hombre se debatía entre buscar refugio en su casa o en un invernadero bastante próximo, un rayo lo fulminó, matándolo al instante. Lo curioso es que el martes 8 de octubre de 1929, treinta años después, uno de sus hijos murió en el mismo lugar, también electrocutado por un rayo. Más curioso aún: el sábado 14 de octubre de 1949, Rolla Primarda, hijo de la segunda víctima y nieto de Jacoppo, cayó en el mismo lugar… ¡fulminado por un rayo! 

Otra curiosidad siniestra: Un militar británico, el mayor Summerford, se hallaba combatiendo en el frente de Flandes, en 1918, cuando un rayo lo tumbó del caballo y lo dejó paralizado de la cintura para abajo. Al mayor no le quedó más remedio que retirarse del ejército y se dio a la tarea de viajar por el mundo. En 1924, mientras pescaba en un río en Vancouver, un rayo cayó sobre el árbol junto al cual Summerford estaba sentado, paralizándole ahora la parte superior derecha de su cuerpo. Para 1930, tuvo el mayor la mala idea de ir a vacacionar al tranquilo pueblo italiano de… ¡Taranto!, el mismo de la anécdota anterior. Incluso su “osadía” (léase “mala suerte”) lo puso aquel día cerca del invernadero de la familia Primarda, cuando de pronto se desencadenó una tormenta. El mayor Summerford, apoyado en sus maletas, intentó llegar lo más rápido posible al invernadero. Pero fue inútil. Un rayo lo alcanzó y lo dejó totalmente paralítico y en tan graves condiciones que los médicos aconsejaron no trasladarlo a otro lugar. Poco después, el infeliz murió. Fue enterrado en el cementerio del pueblo. Y aunque muchos puedan pensar que al fin descansaría, no fue así. En 1936, durante una descomunal tormenta eléctrica, una descarga cayó sobre su tumba, haciéndola añicos. Y este sí es el fin.

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