Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

viernes, 13 de marzo de 2009

Los duros ganan como Terry Valdespino

Por MAYKEL REYES LEYVA

Siempre que escucho hablar de Caimito me viene a la mente su nombre. Miguel Terry Valdespino es uno de esos autores que cuando no escriben, están pensando en escribir. Posee el don de la palabra (no sólo la escrita, sino también la oral), lo que lo convierte en un ser excepcional, con el que vale la pena sentarse a conversar. Conoce el sabor de las publicaciones y los lauros, y lleva ambas cosas sobre sus hombros sin arrogancia. Supe de su existencia justo en el momento en que se encontraba preparando una antología de cuentos con temática beisbolera, publicada años después bajo el titulo Escribas en el estadio. Como no soy fan al béisbol, no tuve oportunidad de conocerlo. Pero quiso el Destino que nuestros caminos terminaran por cruzarse. Hoy reconozco en su persona el talento de un buen periodista, narrador y dramaturgo.


Nació en La Habana, en 1963. Es miembro de la UNEAC. Ha publicado las obras de teatro Ángeles y cenizas (Editorial La Puerta de Papel, 1992), Laberinto de lobos (Premio Pinos Nuevos, Letras Cubanas, 1994), Los duros pierden como Humphrey Bogart (Tercer premio del Concurso Internacional Casa de Teatro, Editorial Casa de Teatro, República Dominicana, 2003) y La piedra en la boca (Premio Nacional de teatro Jesús Gregorio, Editorial Unicornio, 2005). También tiene publicada la novela Ajuar de guerra (Editorial Unicornio, 2000). En ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Cultural. Su novela Caballo de batalla ganó el Premio Razón de Ser de la Fundación Alejo Carpentier. Carne de cambio resultó finalista del Primer Concurso Internacional de Novela Plaza Mayor, en Puerto Rico, 2003. Cuentos y poemas suyos aparecen en antologías y revistas de México, Brasil y España. Actualmente, es el editor jefe de la página cultural del periódico el habanero.

Un día me llamó por teléfono y aproveché la ocasión para proponerle la idea de hacerle una entrevista. Dijo que sí sin miramientos. Esa misma noche me senté a hilvanar unas cuantas preguntas que más tarde le envié por e-mail. Pensé que lo conocía lo suficiente pero sus respuestas, que llegaron cuando ya comenzaba a perder las esperanzas, me sorprendieron.

Aclárame una duda. ¿Qué eres: periodista, narrador o dramaturgo?

Intento ser las tres cosas, sin mucha seguridad de que sea ninguna de las tres. No me doy por satisfecho ni en el periodismo, ni en la narración literaria ni en la dramaturgia. Aunque si fuera a ser un poco más piadoso conmigo, te diría que en la dramaturgia he logrado las mejores cosas de mi vida, sobre todo a través de dos piezas: La piedra en la boca, donde alcancé lo que realmente quería en torno al mito de Fausto y el diablo y respecto a la (des) honestidad del intelectual en un mundo convulso plagado de represiones y silencios infames, y Páginas finales de la náusea, un homenaje a los más grandes narradores latinoamericanos, entre ellos Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez. Páginas… se desarrolla en una ciudad imaginaria, Santa Ovejilla de los Lamentos, donde un connotado ladrón acaba de robarse los restos del general de las guerras de independencia Francisco Rodríguez O‛Brien y de pronto la ciudad se ve cercada con unos muros enormes para que no escape el ladrón con la preciada carga. Las dos me dejaron muy satisfecho, al punto que no sé si pueda superarlas. Dice un amigo muy inteligente que estas dos obras son en verdad extraordinarias. Pero también me sugiere que no siga perdiendo el tiempo escribiendo teatro, que me dedique a la narrativa porque tiene más presente y más futuro. Es una opinión interesante. Pero resulta que si debo elegir entre ser periodista, narrador o dramaturgo, me quedaría con el tercer oficio porque es el que puedo hacer de una manera más digna.

¿Es posible cultivar tantos géneros con igual éxito?

Es posible, pero es difícil. En ese sentido Bertolt Brecht fue un ejemplo casi insuperable. Conozco otros autores como el norteamericano Paul Auster que se mueven en más de un oficio. Si no me equivoco, Mario Vargas Llosa fue codirector de alguna película. Sartre se movió felizmente en varios géneros y García Márquez ha sido tan buen periodista como narrador, aunque su incursión como guionista de cine ha sido en realidad fatal.
A mí me ha tocado en suerte poder abordar varios géneros y (sin que esto sea petulancia) he sido premiado en todos, a veces dentro y a veces fuera de Cuba, como sucedió con mi novela Carne de cambio, en el Primer Concurso Internacional Plaza Mayor en Puerto Rico, y con la pieza Los duros pierden como Humphrey Bogart, en el concurso Casa de Teatro en República Dominicana.
Si fuera a sumar todos los premios que he obtenido en estos años en uno y otro género, la lista sería considerable… y también sería fatigosa para los lectores. No creo que haya ganado los grandes premios que todos los cubanos anhelan (el Casa, el Carpentier, el Julio Cortázar). Pero he ganado otros… y son bastantes.
Yo creo que un autor debe ser arriesgado y probar en más de un género o en más de una manifestación artística. Si la experiencia no sale bien, pues borrón y cuenta nueva entonces. No es un pecado demasiado grande buscar nuevos caminos en el arte y retornar por ellos si el “experimentador” descubre que están llenos de abrojos y es imposible transitar por él.

¿Cuál te resulta más difícil?

Sin pensarlo dos veces: la narrativa. Llegué al cuento y la novela casi por necesidad. El periodismo es un oficio, un modo de ganarse la vida (aunque bien estrecho), y es una forma de “calentar el brazo” para la gran batalla que es la literatura. El periodismo me ha dado alegrías, pero no reconocimiento verdadero. El teatro me permite decir una parte de mis inquietudes, pero es un espacio que muchas veces se me queda pequeño y entonces tengo que recurrir a otro tipo de espacio donde reinan el cuento y la novela. Yo tengo una opinión que quizás algunos no compartan: “La novela es el género total”, es la carrera de maratón donde largas hasta el último zumo del cuerpo. No creo que sea más importante la novelística que el teatro o el periodismo, pero sí es más sofocante… claro, te estoy hablando de una novela que se respete, no de esos bodrios que se escriben ahora para ganar jugosos premios internacionales.

Nacer y vivir en un municipio de provincia, ¿te ha abierto puertas o por el contrario, ha dificultado tu actividad creadora?

Un amigo ensayista me aseguro hace varios años: “Con la mitad del currículum que tú tienes, si vivieras en el Vedado serías un personaje”. Otro escritor suele decir: “Los escritores nacen en cualquier lugar de Cuba… pero deben vivir y morir en el Vedado”. Yo nací en el Vedado (soy capitalino de cuna) y acabé siendo inscripto por mi padre en el municipio cienfueguero de Cruces, de donde él y mi madre son naturales, un pueblo que a estas alturas no cuenta siquiera con agua potable en las tuberías. Viví largos años en un pueblito habanero llamado Ceiba del Agua y, desde el año 2000, resido en Caimito, un municipio más cercano a la capital de lo que algunos imaginan. Lástima que el transporte público sea un desastre. Vivo en una esquina, en una casa que construí junto a mi esposa, y te aseguro que, si en esta esquina no sé escribir una literatura medianamente buena, en el Vedado tampoco voy a escribir una literatura medianamente decente. Tal vez la escriba peor.
A veces tengo la impresión de que vivir en Caimito pesa a la hora de dar a conocer tu obra, a la hora de que te inviten a eventos y ferias internacionales... o simplemente a otras provincias de la nación.
Después creo que no es la distancia lo que decide en estos casos, sino el hecho de pertenecer a esta o aquella banda (banda, reitero) de personajes que deciden quién vive y quién muere, quién viaja y quién no viaja, quién gana este premio y quién no… A veces me duelen estas cosas, a veces me duele que no tengan en cuenta a los escritores de La Habana, donde existen varios autores talentosos que nunca integran delegaciones a ninguna feria o evento, mientras otros menos talentosos y con menos currículum, sí las integran. Y las siguen integrando. Pero mi angustia pasa. El verdadero escritor se sobrepone siempre a estas pequeñas e inevitables miserias humanas.
Por otro lado, autores tan prestigiosos como el ya fallecido Robert Graves, Mempo Giardinelli y José Saramago vivieron fuera de las grandes ciudades y sin embargo, son escritores para respetar. El talento (al menos el talento literario) suele y gusta crecer en cualquier parte. Ojalá que Caimito nunca sea la excepción.

Como editor jefe de una página cultural de un periódico, ¿cómo valoras la producción literaria nacional?

Podríamos hablar mejor de “una parte de la producción nacional”, pues estoy muy al tanto de lo que se escribe en la provincia de La Habana, pero no tanto de lo que se escribe en el resto. En cuanto a esta provincia, creo que existen voces notables dentro del concierto poético, voces como las de Raúl Hernández Pérez, Misael Aguilar y Armando Landa, sin olvidar a un gran poeta olvidado: Carlos Jesús Cabrera, y a varios decimistas de calibre. También contamos con galardonados autores dentro del mundo de la literatura infantil, especialmente Omar Felipe Mauri y Eric Adrián Pérez. Sin embargo, nos faltan narradores de calibre, a pesar de tener entre nosotros a Francisco García, José Antonio Martínez Coronel y Polina Martínez. No sé si la calidad de la literatura se mide en cantidad de autores, o si basta con tener unos pocos que sean realmente buenos. Si la cantidad se toma muy en cuenta, entonces carecemos de voces narrativas, sobre todo de voces que no superen los cuarenta años.
En cuanto a la actual producción nacional, estoy por creer que somos una isla de excelentes cuentistas, pero no de excelentes novelistas. La novela cubana, al menos a mí, casi siempre me deja especialmente insatisfecho.

¿Consideras los premios galardones coyunturales, o crees en verdad que son un reconocimiento al talento?

Un premio puede ser lo uno o lo otro: un hecho coyuntural o un reconocimiento verdadero. Y de esta disyuntiva no se salvan ni los que han ganado el Premio Nobel de literatura. En esta isla donde vivimos, y también en países como España, se ha convertido en una patente (a veces de corso y piratería) el hecho de ganar un concurso, sobre todo los grandes concursos que convocan las grandes editoriales (Planeta, Alfaguara, Seix Barral…), que abren un camino muy ancho en cuanto a las ventas y las ganancias. Los premios cubanos son más modestos (y más grises en ocasiones), pero también abren caminos. Caminitos, diría yo. Un premio casi nunca avala la verdadera calidad de una obra ni la de un escritor (recordemos que Cervantes ni Kafka nunca ganaron ni un premio de barrio), pero en la época contemporánea, en los días de hoy, se ha vuelto un acontecimiento imprescindible para que un autor vea, al fin, su obra publicada y reciba un poco de dinero para seguir respirando y creando.
Pero también existe una verdad inconmovible: el tiempo, y no los premios, es quien dice la última palabra.

Con el paso del tiempo muchos autores se van creando una suerte de metodología para escribir, se llenan de manías a veces. Hay quienes llaman a esas manías “recetas”. ¿Tienes alguna metodología a la hora de enfrentarte a una página en blanco?

No tengo ninguna metodología para escribir. Y, con el paso de los años, esta posible metodología se ha vuelto más caótica. En viejos tiempos lograba pasarme un día entero pensando en la obra que estaba escribiendo, conversaba con mis personajes, hablaba como ellos… Recuerdo que un día llegué a escribir hasta las cinco de la mañana. No tenía una máquina de escribir siquiera, los apagones llovían; pero yo escribía hasta en la autopista, debajo de los puentes, mientras esperaba por un milagroso chofer que parara. Pero ya ese tiempo murió. Ahora me siento a escribir literatura cuando puedo (y no puedo casi nunca) y eso puede ser terrible a la hora de crear algo realmente sustancioso. Un cuento tal vez pueda escribirse de ese modo, pero una novela jamás.

No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero creo que Cuba es un país privilegiado en cuanto a talento para escribir narrativa. En los últimos tiempos, gracias a un aumento en las posibilidades de publicación, ese talento se ha ido haciendo más evidente. Donde quiera, en cualquier rincón del país, encuentras jóvenes esforzándose por labrarse un camino en la literatura. ¿Qué consejos pudieras darle a esos que empiezan a escribir?

No soy muy destacado a la hora de dar consejos. Pero aquí les daría uno: por cada página que escriban, que lean cien, es necesario que sean preciosistas e implacables con cada criatura, cada atmósfera, cada lugar, cada historia… que salga de su imaginación. Sólo quien tenga muy afilado el detector de mierda del que hablaba Hemingway será escritor de verdad. Sólo llegará muy lejos en este oficio quien no se tenga lástima ni se sienta ombligo del mundo porque ganó este o aquel concurso, o porque alguien con cierto nombre le puso una mano en el hombro y le soltó, con cara entusiasmada, algún que otro elogio, no siempre sentido ni real.

Para ti, ¿qué es la posteridad?

Una vez le dijeron a Andrés Segovia, el gran músico español: “maestro, debe ser impresionante tener asegurada la posteridad”, a lo cual respondió Segovia: “bueno, sí, mientras no te derrumben el monumento”. Yo creo que a todos los artistas nos interesa la posteridad, nos interesa que, si nos levantaron un monumento en vida, ese monumento no se venga abajo con el olvido y la desmemoria una vez que hayamos muerto. Sería una prueba de que lo hecho en vida tuvo valor, dignidad, sentido de futuro. Sería una manera (no sé si ingenua o engañosa) de sentir que aún permanecemos vivos de algún modo, que aún continuamos rondando por un mundo del que jamás quisimos marcharnos.
Borges aseguró una vez: “la meta del escritor es el olvido. Yo he llegado antes”. Debe haber sido otras de sus bromas geniales.

¿Y la fama?

La fama está asociada al éxito más rotundo, la prosperidad más reluciente, a las mujeres más deslumbrantes que caen como moscas ante la presencia del afamado… Son deliciosos el éxito, la prosperidad y las mujeres deslumbrantes. El fracaso, el bolsillo vacío y las mujeres feas… sólo provocan enfermedades de los nervios. Muchos han logrado convivir con la fama y no marearse con ella: escritores, artistas, peloteros, futbolistas, actores… Otros, sin haberla tenido jamás, se comportan como si toda la fama del mundo estuviera guardada en sus costillas. No soy famoso. Y es muy posible que nunca lo sea, cosa que no me quita el sueño. Pero si algún día la fama me sonriera, espero no marearme ni actuar como un imbécil.

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