Caminaban en direcciones contrarias, casi a punto de cruzarse. Él era
joven, aindiado. Ella una negrita bonita, de buen cuerpo. Él tenía pinta
de Testigo de Jehová. Ella de cuatrera mala. Él se le quedó mirando,
saboreando algún piropo a punto de surgir. Ella se dio cuenta y torció
la boca en un gesto vulgar.
-¿Qué pinga es? -como toda buena habanera no dijo "es", sino "e". "¿Qué pinga e?"
Él se quedó paralizado. Sólo atinó a decir:
-Te quiero.
Ella le sonrió con dulzura -era otra mujer ahora- y respondió:
-Yo también.
Siguieron cada cual su rumbo. Yo caminaba detrás de él, anonadado. Era
20 de octubre, Día de la Cultura Nacional. "Este es el pueblo más culto
del mundo", pensé con tristeza.
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