Por MAYKEL REYES LEYVA
Si
alguna vez pensó en el suicidio, lo hizo la misma noche en que sintonizó en la
tele un programa donde se analizaba la posibilidad de que el señor Presidente
fuera un androide. En un primer instante se rió ante lo ridículo de la
propuesta. Sin embargo, lo pensó mejor y comenzó a encontrarle sentido. Eso
explicaba el por qué, después de una centuria, el mismo hombre se mantenía en
el poder sin envejecer ni enfermarse siquiera. Un robot lo tendría todo
calculado y sería dueño de esa mirada fría, esos gestos fríos, esas frases
frías para con sus coterráneos. Para un robot todo se resumiría en cifras, en
pura estadística. Sólo un mandatario cibernético impondría leyes absurdas
alejadas del sentir y la necesidad de la Humanidad, llegando, incluso, a
agredir sin razón a otros países. El hombre se horrorizó ante aquella idea. Si
eso era verdad, ¿por qué nadie hacía nada para impedirlo? Por primera vez en la
vida pensó en el suicidio. Pero no lo hizo.
El
día de las elecciones, todavía espantado con la posibilidad de que un cyber
guiara los designios de la nación, marcó su número de serie: 75121703186, y
volvió a votar por el Presidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario