Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 16 de marzo de 2010

Joseph Sheridan Le Fanu: Bajo el poder de Carmilla

Por Maykel Reyes Leyva


Pocas veces un personaje literario tiene el poder suficiente para influir tanto en la literatura como en el cine, dos géneros que, aunque se retroalimentan bastante bien, poseen idiomas distintos. Drácula, del novelista irlandés Bram Stoker (1847-1912), es un buen ejemplo de ello. Desde su aparición, en 1897, ha sido reeditado incontables veces y algo parecido sucede con sus adaptaciones a la pantalla grande. De hecho —lo he dicho en otras ocasiones— la difusión del mito del vampiro se debe en gran medida al celuloide.

Algo semejante viene ocurriendo con Carmilla, del también irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873). La primera vez que se publicó se hizo por entregas en la revista The Dark Blue, en las ediciones correspondientes a diciembre de 1871 y enero, febrero y marzo de 1872. Desde entonces se ha reeditado incontables veces, siempre con gran aceptación. Y el cine no ha querido dejar pasar de largo sus adaptaciones.

No es difícil darse cuenta del por qué de la influencia. Precursora en su género, Carmilla sobresalió de inmediato por su fuerte contenido erótico, principalmente su carácter lésbico, tema tabú para la época, pero planteado con una sutileza digna de destacar. Fue una de las primeras historias de vampiros en ser escrita. Las que le siguieron mantuvieron la estructura básica de esta matriz, empezando por el ataque, pasando luego a la muerte-resurrección, y terminando en la caza-destrucción del maléfico ser. Carmilla tiene muchas de las características del terror gótico, resalta el estereotipo popular del vampiro y acentúa la perplejidad de los personajes ante los sucesos sobrenaturales que presencian.

Sheridan Le Fanu se basó abiertamente en la historia real de la Condesa Elizabeth Bathory, conocida con el sobrenombre de la Condesa Sangrienta, para escribir Carmilla. Aquí encontramos el primer punto en común, pues el personaje protagónico del cuento tiene un vínculo estrecho con el de la Condesa Mircalla. Pero la semejanza se extiende también hacia la descripción física (ambas son damas pertenecientes a la nobleza, muy altas y con un elegante porte, pelos exquisitamente largos y negros, ojos grandes llenos de misterio, bocas sensuales y menudas, manos alargadas como agujas y pieles blancas) y pasa por el oscuro carruaje en el que se pasea durante la noche para seducir a sus víctimas, su tutora Darbula (muy parecida a Dorotoya Csentes, tutora de Elizabeth), y termina en que Mircalla fuera la última de su dinastía maldita, ejemplos evidentes de la similitud entre realidad y ficción.

Pero no fueron estos los únicos elementos utilizados por el autor para enriquecer su obra. El lesbianismo o bisexualidad de los personajes reales, aparecen también en los ficticios. Y hasta los gatos fueron aprovechados, pues Elizabeth Bathory era dueña de un ejército de felinos negros y Carmilla tiene el poder de transformarse en uno de ellos durante la noche para llevar a cabo sus ataques.

En el cuento de Joseph Sheridan puede captarse la evolución que hasta el momento había tenido el mito vampírico. Una persona solía convertirse en vampiro justo después de haberse suicidado o de haber sido mordido en vida por un vampiro. Esto demuestra que Le Fanu entendía al vampiro como un muerto que regresa y no como un espíritu demoníaco. Según este tipo de mito, el vampiro regresa con el objetivo de atacar a la familia y a los seres queridos, y estaba obligado a merodear el área que rodea su tumba. Para muchos —y este aspecto sigue vigente— el vampiro es muy capaz de encajar en sociedad sin levantar sospechas. Sus colmillos, tal y como sucede en las películas, no son visibles la mayor parte del tiempo. Las mordidas se daban en el cuello o en el pecho.

Hay otros puntos comunes entre el cuento y el mito desarrollado hasta 1872. Uno de ellos es el hábito nocturno de Carmilla (aunque no estaba limitada a vagar en la oscuridad), seguido por la fuerza extraordinaria y la capacidad de adoptar diferentes formas, principalmente de animales. También dormía en un ataúd.

La fascinación despertada por Carmilla, influyó de manera definitiva en autores posteriores. Fue ésta, sin dudas, una de las fuentes de inspiración para Bram Stoker. Esto es resaltado en el inolvidable encuentro entre Jonathan Harker y las vampiresas del castillo al poco de comenzar Drácula. Tal y como sucede en Drácula, antes, en Carmilla, un simple mordisco del vampiro no tiene necesariamente que convertir a la víctima en otro vampiro, ni acabar con su vida. El no-muerto puede alimentarse de su presa durante cierto tiempo hasta que ésta se consume poco a poco. De hecho, de todas las historias de vampiros escritas en la Inglaterra del siglo XIX, sólo Carmilla influyó directamente en la obra de Stoker.

Los biógrafos y críticos de Bram Stoker no saben cuándo fue el momento exacto en que el autor se tropezó con Carmilla. Ni siquiera están seguros de que la influencia haya tenido lugar en la realidad. Todo el asunto se debe a una cuestión de fe, basada en los innegables ecos de la historia primigenia que con claridad se aprecian en Drácula. Según ciertos análisis, los primeros intentos de Stoker para escribir la novela que lo lanzaría a la fama debieron haber coincidido con la popularidad de Le Fanu a comienzo de la década de 1870.

Joseph Sheridan Le Fanu nació en Dublín, Irlanda, el 28 de agosto de 1814. Provenía de una familia de alcurnia, emparentada políticamente a la del dramaturgo Richard Brinsley Sheridan. Su abuela Alice Sheridan Le Fanu, y su tío segundo J. Sheridan Le Fanu, fueron ambos dramaturgos. Su sobrina, Rhoda Broughton, se convirtió en una novelista de éxito.

Le Fanu fue educado por su padre, que era clérigo. Tuvo tutores privados hasta que finalmente estudió Derecho en el Trinity Collage, del que se graduó en 1839. Fue nombrado auditor de la Sociedad Histórica. Pronto abandonaría las leyes para estudiar Periodismo. La carrera literaria de Joseph Sheridan Le Fanu se inició formalmente en 1838. A partir de entonces y hasta su muerte consiguió publicar infinidad de relatos. Fue editor, desde 1861 hasta 1869, del Dublín University Magazine. Ahí publicó muchos de sus trabajos por entregas. Formó parte de la plantilla de varios periódicos, incluyendo el Dublín Evening Mail.

Con la muerte de su esposa, en 1858, sobrevino el pesimismo. Su aislamiento social lo hizo merecedor del sobrenombre El Príncipe Invisible. Sin abandonar el ostracismo, dedicó el tiempo que le quedó de vida a su obra literaria. Así vieron la luz algunos de los mejores cuentos fantásticos y de terror de su tiempo.

Luego de su muerte, ocurrida el 7 de febrero de 1873, Le Fanu cayó en casi un siglo de olvido, pese a seguidores de la talla de Henry James y Dorothy Sayers. Esto sólo puede explicarse con una sola razón: durante décadas los críticos literarios miraron con mala cara a los autores de ficción fantástica y de terror.

Se hizo popular por sus cuentos y novelas de misterio. Sus fantasmas literarios representan uno de los primeros ejemplos del género de horror en su forma moderna. No por gusto se ha dicho en múltiples ocasiones que Le Fanu es el padre del cuento de fantasmas irlandés en la época victoriana. Si juzgamos la trascendencia de su obra, es curioso que su aportación no haya sido mejor considerada. Una característica fundamental de sus relatos es que no siempre triunfa la virtud ni se brinda una explicación simple a los fenómenos sobrenaturales que acontecen. Otra característica a tener en cuenta es la perfección con que solía construir las intrigas, siempre de gran intensidad. Era lo que podríamos llamar un escritor de atmósferas y efectos. Salta a la vista desde la primera lectura de sus obras, la maestría con que disponía la escena, llena de detalles acertados y eficaces. Una opinión al respecto de Henry James no podía pasar desapercibida: “Teníamos la acostumbrada novela del señor Le Fanu junto a la cama, la lectura ideal para después de medianoche en una casa de campo”.

Sus historias más leídas, incluso hoy día, son Tío Silas (1864), La rosa y la llave (1871), y la colección de cuentos En un vidrio misterioso (1872), de la cual Carmilla forma parte.

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