Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 16 de junio de 2009

Las naves del pasado

Por MAYKEL REYES LEYVA


Pero no sólo las tradiciones orales se refieren a estos aparatos aéreos. El escritor ruso V. Avinski en su trabajo investigativo titulado: “¿Quién, cómo y para qué erigió Baalbek?”, hace mención, a su vez, a un libro del historiador M. Alouf donde aparece una historia extraída de un antiguo manuscrito árabe, en la que se cuenta que el legendario Nemrod, quien fundó el reino de Babilonia, quería llegar al cielo. Para ello construyó una máquina que sólo se ponía en movimiento al ser halada por cuatro fuertes aves. Nemrod pretendía llegar a los dioses y decidió hacerlo desde la terraza de Baalbek. La máquina en cuestión subió al cielo, pero luego de errar por el espacio cayó en el monte Hemrón, donde fue sepultado más tarde el destrozado cuerpo del monarca.

1 200 años antes de que el profeta Moisés oyera hablar al dios Jehová o Yavé sobre la necesidad de construir un Tabernáculo, el sumerio Gudea, procedente de la ciudad Lagash, tenía registradas minuciosamente ciertas instrucciones divinas para edificar el templo donde debería aterrizar y descansar el ave luminosa del dios patrón. En la actualidad, diversos investigadores discuten la posibilidad de que las palabras templo o tabernáculo hayan querido decir pistas de aterrizaje para artefactos espaciales.

El historiador griego Herodoto (485-420 a.n.e.), considerado el Padre de la Historia, llegó a visitar Egipto en el año 450 antes de J.C. En uno de sus escritos Herodoto hace saber que los más antiguos habitantes de aquel rincón africano habían llegado de un lugar procedente del espacio. (No olvidemos que el Homo-Sapiens también proviene del África).

En el libro El Triángulo de las Bermudas, Charles Berlitz nos hace saber un par de datos bastante interesantes: “Alejandro el Grande, que era a su vez un conocedor eminente del arte de la guerra, comparó un posible OVNI, que en 320 A.C. interrumpió la marcha del ejército griego por el río Jaxartes hacia la India, con “grandes escudos plateados”.

“Aristóteles (384-322 a.C.), aficionado al lanzamiento de discos de los atletas griegos, calificó los objetos que vio en el cielo de discos celestiales. Los romanos, más belicosos, los compararon como Alejandro, con escudos o dardos feroces o flotas de navíos. Plinio, en el volumen II de su Historia natural (100 A.C.), escribió: “Durante el consulado de Lucius Valerius y Gaius Valerius, un escudo ardiente que despedía chispas recorrió el cielo de Este a Oeste”.

“Los hawaianos describen los objetos que han estado observando durante unos mil años como “akutele” o espíritus voladores. En Europa, durante la religiosa Edad Media, los objetos movibles que aparecían en el cielo durante la noche se asemejaban a cruces. (¿Será posible que ésta haya sido una de las cruces vistas por Constantino y que cambió la historia?)”.

En el prólogo a una de las ediciones de La Guerra de los Mundos de H. G. Wells, el escritor cubano Oscar Hurtado nos cuenta que en enero de 1953, el profesor A. X. Chumley descubrió un manuscrito en la Abadía de Amplefort, donde se narra un hecho ocurrido en la Abadía de Byland, en Yorkshire, en 1290. Al traducir el manuscrito del latín nos queda el siguiente relato: “Cuando el Abad Enrique se disponía a la bendición, Juan, uno de los hermanos, vino para anunciar que un gran prodigio se manifestaba en el exterior. Entonces todos salieron y he aquí que una gran cosa plateada y redonda como un disco volaba lentamente por encima de ellos, provocando un gran terror”.

Anubis Schenuda fue capaz de traducir un papiro egipcio donde se nos cuenta que al cesar el diluvio las serpientes que volvieron del cielo hicieron la paz con la quinta raza de los hombres. Esta alusión a las serpientes del papiro egipcio hace recordar al dios Quetzalcoatl de las leyendas americanas.

En el Popol Vuh de los quichés se hace mención a un Creador y Formador Supremo, un Dios capaz de engendrar y dar el ser. Se le denominaba con epítetos diferentes, desde Corazón del mar hasta Señor del planisferio que verdea, pero quizás la denominación más conocida en la actualidad y la única que encierra un misterio deslumbrante es la de Serpiente cubierta de plumas. ¿Por qué?

La serpiente, como buen ofidio al fin, se arrastra. Sin embargo, la del Popol Vuh estaba cubierta de plumas. ¿Acaso este dios centroamericano que evidentemente tenía el aspecto de serpiente, poseía, además, la facultad de volar como las aves?

A diferencia de Yavé (o Jehová), dios de los hebreos, que, según la Biblia, no tuvo progenitores pues siempre estuvo ahí, el dios de los quichés poseía abuelos. Se nombraban Xpiyacoc y Xmucané (Conservador y Protectora, dos veces abuelo, dos veces abuela). Si poseía abuelos, lo lógico sería pensar que también tuvo padres. Y si éstos existían, también cabe la posibilidad de que existieran millones de serpientes emplumadas más, es decir, toda una civilización. El Popol Vuh, en más de una ocasión, menciona a los Creadores, en plural, lo cual indica, a mi entender, que Serpiente cubierta de plumas no vino solo a este lugar inhóspito. Bartolomé de las Casas señala que al llegar los conquistadores, los quichés adoraban a los abuelos, incluso desde antes del diluvio, y se mantuvieron adorándolos bajo esos nombres hasta que se les apareció una anciana que se suponía inspirada y les enseñó otro nombre, pero nunca se supo cuál. Se imponen las siguientes preguntas: ¿Serpiente cubierta de plumas vino a este planeta acompañado de algún pariente? Entonces, ¿por qué el Popol Vuh no habla de las Serpientes cubiertas de plumas? ¿Los Creadores tendrían, por ende, una apariencia distinta? ¿Vinieron todos volando por su propia cuenta, como las aves, o usaron vehículos aéreos capaces de atravesar el Universo?

Examinando el Génesis de los quichés se encuentran exposiciones de este tipo: “Todo estaba suspenso, todo en calma y silencioso; todo estaba inmóvil, pacífico y vacío en la inmensidad de los cielos...” Esta es la visión que cualquier criatura mortal e inteligente tiene del Cosmos. Lo cual quiere decir que estamos viendo el Cosmos no a través de los ojos de un Dios. ¿Es que acaso, a pesar de que se sabe que todo en el Universo se encuentra en constante movimiento, no da la impresión de que en verdad está inmóvil y vacío? ¿Acaso un Dios verdadero reconocería su pequeñez en frases tales como la inmensidad de los cielos, cuando se supone que ese mismo cielo fue creado por Él?

Luego se habla del planeta Tierra, quien parece estar formándose aún: “No se manifestaba aún la Tierra; sólo estaba el mar tranquilo, y el espacio de los cielos”. Éste es el comentario de alguien que ha visto el mundo desde el aire. Pero, ¿cómo? ¿Es posible que el Dios de los quichés, en realidad, pudiera volar no sólo por su propia cuenta, sino también gracias a la ayuda de algún vehículo artificial?

¿Y por qué no?

En un fragmento del mismo Génesis se señala: “No había más que inmovilidad y silencio en las tinieblas, en la noche. Sólo están sobre el agua, como una luz que va creciendo, el Creador, el Formador, la Serpiente cubierta de plumas...” Y he aquí el detalle: “la luz que va creciendo...” En ningún otro fragmento del Génesis del Popol Vuh se habla de que el Dios principal (o alguno de los que lo acompañaban) emitiese luz como un ente luminoso. Este símil se usa para otorgarle cierta dosis de grandiosidad a los dioses, pero queda claro que como una luz que va creciendo da a entender que no eran ellos quienes la emanaban. Sin embargo, si esa luz fuese producida por la nave aérea que los condujo hasta aquí, todo adquiere un color más diáfano. Al fin de cuentas, aquellos que supuestamente han visto objetos voladores no identificados en las proximidades del mar, también mencionan esta luz y su reflejo en el agua.

En el Mahabharata, escrito hace más de 3 500 años y compuesto por más de 200 000 versos, se narran hechos ocurridos miles de años antes. En el 1880, cuando se pudo leer y estudiar una de las traducciones realizadas a este libro, se encontraron alusiones a las vimanas (naves aéreas), junto con instrucciones de cómo se podían accionar y el modo de reconocer aviones enemigos. Se hacía, además, alusión a carruajes de dos pisos poseedores de muchas ventanas, que proyectaban llamaradas rojas y que se trasladaban como cometas a las regiones del cielo y las estrellas. Incluso se puede leer sobre el choque de dos cohetes en el aire: “... Las dos armas se encontraron en pleno vuelo. Luego, la Tierra con todas sus montañas y mares comenzó a temblar, y todas las criaturas vivas sintieron el calor de la energía de las armas y se vieron grandemente afectadas. Los cielos resplandecieron y los diez puntos del horizonte se llenaron de humo...”

En una carta localizada en la Biblioteca Lenin hace varios años atrás, se hace referencia a un fenómeno inusual ocurrido en el siglo XVI. Cientos de habitantes de una pequeña aldea cerca de Nóvgorod, en la orilla del lago Rob, presenciaron, a plena luz del día, un globo ígneo que emitía un par de rayos brillosos. El globo descendió con rapidez provocando terror entre los testigos, para quedar luego flotando a poca distancia del agua, y se desplazó lentamente a todo lo largo del lago. Según la carta, el extraño objeto desapareció varias veces para surgir a cientos de metros a la izquierda o a la derecha. Al cabo, el globo se aproximó a la costa, donde se hallaban reunidos los temerosos habitantes de la aldea. Algunos curiosos remaron en un bote a su encuentro, aunque no lograron acercarse demasiado a consecuencia del calor que despedía. Consiguieron seguirlo durante un rato, mientras cubrían sus ojos con las manos. Incluso pudieron ver cómo el agua comenzaba a hervir. Al final, la bola desapareció en dirección oeste.

En investigaciones realizadas siglos después, se comprobó que existían anomalías magnéticas allí por donde el globo trazó su trayectoria. Se ha llegado a la conclusión que su luz no conseguía deslumbrar a las personas, ya que pudieron observar la fuga de los peces. Por otra parte, dada la temperatura máxima que el ojo humano puede soportar, se afirma que la temperatura en la superficie del globo era cercana a los mil seiscientos grados celsios.

En Mesopotamia los sumerios también hablaban de los dioses bajados del cielo. En las antiguas tablillas se nos cuenta que estos seres celestes acostumbraban a usar complejos atuendos cuando llevaban a cabo vuelos desde una localidad a otra o hacia sus moradas en el espacio.

Mucho se ha discutido sobre si en el pasado hemos sido o no visitados por seres de otros planetas. Otro tanto se ha hecho en cuanto a la forma en que tenían las naves extraterrestres. Aunque algunos se inclinan hacia los platillos voladores, el escritor soviético Alexander Kazántsev considera que fuimos visitados no en platillos voladores, sino en cohetes. En varias ocasiones ha llamado la atención sobre el enorme parecido existente entre los campanarios de las iglesias y las actuales naves espaciales. Según su opinión, los campanarios, las torres y hasta los faros, son un testimonio de esas visitas porque parecen cohetes. Algo sobre lo que se puede discutir bastante, por cierto.

No hay comentarios: