Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 16 de junio de 2009

¿Ovnis en la mitología cubana?

Por: Maykel Reyes Leyva


En muchas partes del mundo los ovnis han terminado siendo parte de la cotidianidad. Países tales como España, Estados Unidos, Chile y México parecen haberse convertido en la Meca de los objetos voladores no identificados. Y lejos de lo que pueda pensarse, Cuba no se queda atrás.

La noche anterior al primer día de la Conquista, es decir, el 11 de octubre de 1492, el Almirante Cristóbal Colón y otros marinos que se hallaban en el castillo de popa, hubieron de observar, a eso de las diez de la noche, una luz que se alzaba y bajaba rítmicamente y que se mantenía justo delante de ellos, la cual confundieron con un indicio de que había tierra cerca y enfilaron hacia la ella las carabelas. Lo curioso es que a esa hora las naves debieron encontrarse a unos 30 ó 40 millas de tierra, por lo que resulta improbable que haya sido el fulgor de alguna fogata. Incluso, ni el Almirante ni ninguno de los marinos que pudieron observar la inquieta luminosidad pudieron asegurar que se tratara de fuego, a pesar de estar acostumbrados a mirar e identificar objetos durante las noches de travesía por mar.

También a finales del año 1800, el investigador Alejandro von Humbold (alemán, 1769-1859) hubo de divisar, en las costas pinareñas, un arco de colores de aspecto opaco. Este fenómeno se mantuvo estático durante varios minutos y luego se hundió paulatinamente en el horizonte. La noche siguiente vio una llama que corrió sobre la superficie del mar, alejándose sin dejar de iluminar la atmósfera.

Así ha quedado registrado en los diarios de estas dos ilustres personalidades, hechos que nos indican que esas luces en el cielo que hemos dado en llamar ovnis, nos visitan desde el pasado.

Otros indicios que señalan la presencia de los no identificados en nuestro territorio, podemos encontrarlos en el libro “Mitología Cubana” del desaparecido investigador y narrador Samuel Feijóo.

La mayoría de las veces, los ovnis son descritos por los supuestos testigos como luces parpadeantes moviéndose en el cielo. La cuestión es que los campesinos analfabetos que solían habitar nuestros campos, al ver estas luces, podían dar riendas sueltas a su imaginación y crear, de ese modo, disímiles mitos que perdurarían en la memoria de sus descendientes. Si hacemos una revisión a estos mitos y extraemos lo esencial, descubriremos el posible paso de varios objetos volantes no identificados por la isla verde. Veamos:

Un pescador de Baracoa nombrado Pablo Raffo es entrevistado con relación a la famosa y misteriosa Luz de Yara, la que, según él, solía “partirse en tres partes iguales, pero en distintos colores...”. Estos colores eran el verde, el azul y el amarillo. La luz aparecía generalmente durante la madrugada y el pescador nos cuenta al hablar de ella: “Una vez en el pesquero llamado Punta de Matahambre la ví tan cerca que tuve mucho temor. Vimos con su luz hasta los placeres de la costa”.

Otro testigo de dichas apariciones fue el entrevistado Ramón Barthelomy. Éste habla de algo que muy bien podría tratarse de una nave nodriza acompañada de sus naves hijas. Dice el testigo: “Una de esas noches vi una luz enorme que se levantaba de los picachos de Yara. Luego se hizo muchas luces, caminando desde dicha loma hasta la ensenada del río Miel. Poco a poco se apagaron unas cuantas y las demás se fueron acercando a la más alta y se hicieron nuevamente una luz gigante que volvió al lugar de su nacimiento y allí se apagó”.

Esta no fue la única vez que Ramón vio las luces en el cielo, por ese motivo nos dice más adelante: “Otras veces la vi con menos reflejos, pero siempre llevando direcciones semejantes y terminando en el lugar de su nacimiento”.

Otro pescador nombrado Amado Cala nos asegura: “Eso no hace nada malo, no se mete con nadie. A veces la he visto una hora andando por la costa y después se va pal mar y se parte en muchos pedazos”. Leoncio Fuentes, también hombre de mar, dice lo suyo: “Yo la he visto: corre, se para. Brinca por la costa. Hay en la costa pescadores que la han visto y me han contado que se pone a rondarlos. Ellos están acostumbrados a eso; para ellos eso es nada”.

El carnicero Marcelo Terrero describe la luz del siguiente modo: “Estaba en cantidad de grande, del tamaño de un tanque. Era roja. Era un rojo veteado encendido. Estaba quieta totalmente. Era como una cosa como si estuviera viva, que se agitaba...”

Juan Fernández cuenta sobre el mismo tema: “Yo la veía; era colorada como un farol. Nacía en la meseta y venía volando y se posaba en el mar. Caminaba de un lado a otro, luego se pasaba a la playa y se corría hasta los arrecifes. A veces se veía en la luz un hombre. Yo también lo ví y por eso se lo digo. La luz se dividía en varios pedazos y éstos corrían de un lado a otro toda esta zona de Yara”.

El profesor Silvio de la Torre, de la Universidad de Las Villas, vio una luz mientras hacía una guardia nocturna. “La luz llegó donde yo estaba, en pleno aire libre, y bajó y me iluminó desde arriba. Me quedé quieto observando aquel fenómeno. Entonces miré hacia arriba y la luz desapareció”. El testigo termina confesando: “Yo nunca me he explicado bien eso, su composición química o eléctrica. No sé su origen, pero es muy impresionante. Y supongo que debe originar muchos mitos entre los campesinos”.

Por último, está el relato del campesino Modesto Cabrera, quien por lo que cuenta, no sólo vio al ovni sino también a su tripulante: “(...) en el tronco de una palma vi una luz verde, y me quedé allí parado mirando aquello (...) La luz despareció y quedó recostado a la palma un tremendo bicharraco, aquello era un camaleón, una iguana, un cocodrilo, ¡qué se yo...! (...) Era de mi tamaño y tenía piernas y brazos como un hombre. Las uñas eran unas espuelas muy largas y movía el rabo de un lado a otro con mucha tranquilidad”. El campesino, entre sorprendido y asustado, salió corriendo para regresar armado de un cuchillo, pero el extraño ser se escondió tras la palma. “Nada más se le veían las manos. Yo le daba vueltas a la palma, y él también porque me estaba jugando cabeza. Entonces dio cuatro saltos y se subió en el cogollo”. La historia termina así: “Otra vez volví a ver la luz, ahora sobre la palma, y era más grande y más clara. Cuando se apagó, el bicho no estaba...”

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