Tuve un sueño, ¿sabías? Soñé que el mundo se estaba acabando y que todos huían. No sé hacia dónde, pero huían. Padres, hijos, hermanos, todos juntos. Gritaban, lloraban, se ayudaban los unos a los otros, mientras el suelo rugía. Rugía y temblaba. Sólo yo no podía huir. Estaba en esta cama, sintiendo el mundo acabarse afuera, pero sin tener quien me ayudara a levantar. Sin embargo, estaba la luz encendida, como noche tras noche... ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

martes, 16 de junio de 2009

Tocando fondo junto a Carlos Crespo

Por: Maykel Reyes Leyva


Alabado sea
el rostro anónimo, desolado,
porque su dolor nos conmueve.

Alabanzas
Carlos Crespo.

Carlos Crespo miente: él no escribe por necesidad, como suele asegurar, sino porque es un Poeta. Un Poeta que con cada libro se aleja más y más del presente para asentarse profundamente en el pasado. Un Poeta que se reconoce nostálgico, dado a recordar cosas y tiempos en que su vida no tenía mancha alguna. 

Nació hace ya 62 años, en 1947. Aunque vino al mundo en Maternidad Obrera, fue inscripto por sus padres en Remedios, Las Villas, porque de allá era su familia. Regresó a la Capital cinco años después. No tardó en descubrir la vena poética que albergaba dentro, pero confiesa que no escribió los primeros versos hasta los 17 ó 18 años de edad.

Cuando me aparecí en su casa, pasada la hora que habíamos acordado previamente, me esperaba. Hube de aguardar casi dos horas para comenzar la entrevista. Eran constantes las interrupciones de los vecinos para llamar por teléfono, o de los trabajadores de Salud Pública para fumigar, o de los compañeros de la fonda de al lado para recordarle que debía buscar los pozuelos antes de que fuera a quedarse sin almuerzo. Por fin, con la lluvia de mayo cayendo y el ruido estremecedor del tráfico que subía y bajaba por la Calzada de San Miguel del Padrón, comenzamos a grabar.

La poesía de Carlos Crespo suele ser como un trago amargo, debido sin dudas a la paupérrima existencia que le ha tocado vivir. Leer uno de sus poemas es como masticar un puñado de arena. Terminar de leer un libro suyo, especialmente el último, nos deja la extraña sensación de estar a la intemperie, azotado por algo que va más allá de la comprensión humana. 

“Los sucesos que distinguen mi poesía son los fantasmas que uno tiene. Me interesan los temas universales que tratan todos los poetas. Pero yo trato de sacar los fantasmas míos: la familia, la infancia, las vivencias de la enfermedad de mi padre, la muerte de mi madre...”


La muerte de sus padres es un lev motiv en su obra. Fue con estas pérdidas que su vida cambió para siempre. Han sido actos dolorosos que dejaron en él una huella que parece nunca sanará. Es como si escribir sobre ellos le ayudara a soportar la soledad o como si hubiera encontrado un método para mantenerlos vivos.

“Las muertes de mi padre y de mi madre marcaron mi vida. Tanto que mi último libro (aún inédito) es un homenaje que les hago y a todos mis seres queridos que murieron. Los poemas dedicados a mi madre los escribí casi tres años después de la muerte de ella. No pude escribirlos antes. Tuve que dejar que el dolor, la experiencia, se asentara. Después, con el tiempo, ese dolor sale, a una hora en que tú no esperas.”



Cuánto hubiera querido

Alineada en una pared,
entre nichos colectivos,
reposas.

Envueltos en una toalla blanca
están tus huesos,
tu polvo.

Cuánto hubiera querido
un fino lienzo para ti.

Papá cinceló
tu epitafio de cristiana.

Nunca se llegó a poner.
Se quedó en el patio
entre las plantas que sembraste.

Los gorriones,
agradecidos por el arroz
que les echabas,
se posan sobre él.

Pero no siempre los poemas de Carlos Crespo giraron sobre el mismo tema. Si viajamos hacia sus primeros versos, encontramos un autor muy diferente al de ahora, lleno de deseos y sueños. Aunque ya entonces podían vislumbrarse temas que todavía hoy siguen vivos en su poesía. 

“Cuando escribí mi primer libro, a los 40 años, mi status de vida era muy tranquilo. Mis padres vivían y era una época en que pensaba que iba a ser un poeta importante. El tema de mi poesía siempre ha sido el tiempo, eso sí. El hombre en el tiempo en distintas épocas. Y el tema de la familia, el tema de la infancia, los personajes marginados como el leproso, el ciego, el tullido, la prostituta, el mendigo...”

Oración de un leproso

Señor, recibe como una oscura ofrenda,
las porciones de carne
que se desligan de mí.

Cuando los otros
elevan sus manos
y claman por tu perdón;

yo elevo mis muñones,
convencido de que Tú,
también me escuchas
y has perdonado, Señor,
la culpa que ignoro.

Carlos Crespo es miembro de la UNEAC desde 1991. Tiene publicados los libros de poesía El tiempo, Guiomar (Ediciones Unión, 1988), Charlot, padre mío (Ediciones Pinos Nuevos, 1996) y Tocar fondo (Ediciones Unión, 2006). Cuenta que cuando escribió su primer libro, el escritor Félix Pita Rodríguez le aseguró que los lectores no lo iban a entender cuando lo leyeran. Sin embargo, la profecía del Maestro parece haberse extendido también a sus dos libros restantes, a pesar de la buena calidad que poseen. Entre cigarros (Carlos fuma sin parar), continúa la charla. Me intereso por los poetas que han influido en su propia forma de hacer:

“En primer lugar Vallejo, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, la poesía japonesa clásica... De los poetas cubanos, Eliseo Diego y el viejo Félix Pita Rodríguez, excelente persona y un ser humano increíble. Eliseo tuvo la gentileza de recibirme en su casa. Yo llegué un día, toqué y él estaba ahí. Me dijo: “Pasa”, como si me conociera de toda la vida. Leyó mis poemas, me dio su opinión. Incluso me dedicó una antología suya que adoro. Eliseo era un ser maravilloso. Además, abierto a los jóvenes, eso es muy importante. Con Félix Pita fue igual, con la diferencia de que a él lo llamé por teléfono y me dijo: “Venga para acá”. Tuve, desgraciadamente, el honor de hacer guardia cuando él murió. Todavía conservo un libro suyo que me dedicó.”


Sé que en varias ocasiones Carlos Crespo ha sido jurado en certámenes literarios. Lo he visto recomendar a los jóvenes que se inician en el camino de la poesía, la lectura y el estudio de poetas tanto nacionales como extranjeros que son, a su entender, fundamentales. 

“En primer lugar tienen que leer a los clásicos, la poesía nuestra del siglo XIX y del siglo XX, y después, a partir de ahí, leer todo lo que significa la herencia cultural de los pueblos. Te puedo citar a Eliseo, a Dulce María Loynaz, y ya son dos poesías totalmente distintas. A Lezama, que es el poeta barroco por excelencia. Pero también a los grandes poetas de América Latina, Vallejo en el número uno, Pablo Neruda, a la Mistral. El poeta joven tiene que ser honesto consigo mismo, no seguir modas. La generación de ahora escribe según las características de su forma de vivir, lo cual es lógico. Además, tenemos que tener en cuenta que las experiencias personales nunca son iguales. Es muy difícil que un poeta menor de 20 años pueda hablar del dolor desgarrador. Tiene que ser una excepción.”

Carlos Crespo integra la misma generación de Luis Rogelio Nogueras, Renael González, Virgilio López Lemus, Roberto Manzano, Alberto Serret, Luis Beiro, Ricardo Riverón... Sin embargo, las diferencias saltan a la vista. Una de ellas es su estilo, que lo lleva a escribir con un increíble poder de síntesis, logrando resumir en cinco o siete versos su profundo conocimiento de la poesía. Pero la diferencia que más llama la atención es que sus coetáneos consiguieron publicar mucho antes que él. Es decir, que le ha tocado compartir espacio con poetas mucho más jóvenes, con una visión muy diferente a la suya. 

“Conozco a Virgilio, a Manzano, a Nogueras... A los otros no los conozco. Pero hay una cosa: si todos los poetas fueran a escribir igual y a decir lo mismo, no hubiera diferencia en la poesía. Tal es así que si pones a tres poetas frente a un árbol, cada uno va a sentir el árbol de manera diferente. El poeta barroco va a hacer un derroche de metáforas. El poeta coloquial lo hace de una forma coloquial. El poeta puro lo va a escribir de una forma distinta. Es decir, es la visión de cada poeta. Yo tengo la desgracia de que no soy ni barroco ni coloquial. Mi poesía es muy breve, muy seca, sin metáforas. Soy muy plástico: lo que yo no veo y sienta y huela, no puedo trasmitirlo. Quizás por eso no he tenido mucho éxito ni de crítica ni de público. Yo publico casi veinte años después que los de mi generación. Me hubiera gustado publicar mi primer libro a los 25. Lo ideal sería publicar un plaquette cada cinco años con veinte o veinticinco poemas. Cinco poemas por año, porque vale la pena, te da tiempo a revisar, a escoger los mejores. No quiere decir que sea un método a seguir. Neruda era capaz de escribir un libro de poemas por año. Pero Neruda era un genio que a los 22 años escribió Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Si yo hubiese tenido a los 20 años la experiencia que tengo ahora, dedicaría 10 al aprendizaje del oficio, a ver lo que dicen los grandes maestros sobre él, a leer mucho y a interiorizar los temas que a mí me preocupan. Claro, los temas que tú tienes a los 20 años no son los mismos que a los 30, ni a los 40, ni a los 60, pero bien... Si fuera así, yo publicaría mi primer libro a los 30 años. Y es que soy muy exigente, tanto que publiqué mi primer libro a los 40.”


A estas alturas ya me he fijado que sus publicaciones corresponden a un libro cada diez años. Cuando comento este asunto vuelve a mencionar la exigencia que todo autor debe tener para con su obra. Entonces me asalta la duda e indago tratando de averiguar si cada uno de estos libros contiene lo mejor de la poética de Carlos Crespo. 

“No. ¿Sabes por qué? Porque los años se deben, desgraciadamente, a las editoriales, que se demoran por los problemas que todo el mundo sabe que existen. Hoy por hoy, si me dieran la posibilidad de publicar lo mejor de mi poesía, te aseguro que no serían más de cien poemas.” 

El periodista Waldo González López lo define como “un poeta de esencias y no presencias”, y es que las ausencias y la soledad marcan la poética de este autor, hasta convertirla en una obra terriblemente desgarradora. 

“Si yo escribiera algo distinto a la manera en que escribo, me estaría engañando a mí mismo. Los poetas no nos podemos engañar. Porque si tú eres un hombre alegre y estás en una posición buena, evidentemente no puedes escribir una poesía desgarradora. Y si trataras de escribir una poesía desgarradora sin tener elementos, no te sería fácil. Los últimos diez años de mi vida han sido terribles. En diez años perdí a mi madre, a mi padre. Estuve ocho años, casi nueve, metido dentro de mi casa, cuidando a mi padre. Lo vi desgastarse y convertirse en un vegetal. La miseria es un tema que también está muy presente en mis poemas. La miseria espiritual es, desgraciadamente, lo que más abunda en estos tiempos. La miseria material, por suerte, no todo el mundo la tiene. Hay quien sí la tiene. Por eso te digo que uno no debe escribir sobre algo que no conoce. El poeta debe reflejar la vida que vive, porque si no su poesía sería falsa.”

Confesiones de un desconocido

Me han regalado lo que tengo:
la taza en que tomo café,
las camisas,
los zapatos...

Conozco
el hambre,
la noche,
lo absurdo.

Ejerzo distintos oficios:
equilibrista,
vendedor,
mendigo.

Soy el que llega tarde,
el perdedor irremisible,
el expulsado.

No hay asidero
para mis ojos,
para mis manos.

Algunas noches sueño
con la vieja casa de la infancia.

Veo a mi madre joven
preparando la mesa. Sonríe.
Mi padre debe estar en el balcón,
tallando un pedazo de madera.
Los perros duermen.

Una luz buena nos ilumina.
(Soy feliz y no lo puedo creer.)
Sí, todos estamos vivos.

Pero regresamos a la vigilia.

Mido el aire que respiro por centavos.
Como perro apaleado: voy, vengo.
(¿Quién conoce mi sed?)

Como una sábana, estiro la vida;
pero siempre se me quedan afuera
el alma,
los pies.

A lo lejos se escucha un insistente ladrido. Carlos interrumpe la charla, se levanta y va hacia el patio. Lo oigo hablar con sus animales, haciendo todo lo posible por calmarlos. Como todo hombre solitario, prefiere la compañía de perros y gatos. Cuando regresa, quiero saber de su relación con ellos. 

“Ya no tengo gatos. Me los mataron. Ahora sólo tengo perros. Pero sí, me gustan los perros, me gustan los gatos. Hay muchos poemas míos que hablan de los perros. Creo que desgraciadamente los perros son mejores que muchos seres humanos. Tristemente es así.”


Gorriones

Buscarán
(inútilmente),
los granos de arroz
esparcidos en el patio,
el agua fresca de las vasijas.

No sabrán que estoy
bajo la tierra,
deshaciéndome
a pedazos.

Carlos Crespo se confiesa vencido. Cuando le menciono la fama, esboza una sonrisa.

“Ya estoy demasiado viejo para soñar con la fama. Sé que todos los poetas jóvenes sueñan con la fama, pero ya yo estoy demasiado viejo para soñar con ella. Me conformaría con que cuando me muera me recuerden por un solo poema, si es que me recuerdan. A estas alturas de mi vida no espero que la suerte me sonría. No espero que me sonría nada. Ya estoy más cerca de la muerte que de la vida. Y no me asusta la muerte, créeme. No me asusta. Mi padre decía que la muerte era una liberación, y lo es. Te libera de todas las penas, de todas las amarguras, de todas las miserias espirituales y materiales.”

Salmo II

Si una parte de Ti,
está en mi carne,
¿por qué
esta oscuridad,
esta pobreza?

Sobre sus muslos descansa el borrador de su último libro: El viento y las sombras. Me explica que es un libro dividido en tres secciones. La primera: La soledad, la lluvia, los caminos..., que es un verso de Vallejo. La segunda: Y caminar por las tardes con una inmensa begonia pegada a la solapa, que es una cita de un poema de Diago de Melo. La tercera: Ven y mira, una cita sacada de La Biblia. Le digo que un hombre nunca toca fondo mientras tenga sueños y que su libro, al fin de cuentas, es su sueño. 

“Puede que sí, que tengas razón. Entre mis proyectos futuros está ver si puedo publicar El viento y las sombras. Tener vida para verlo. Ojalá la tenga y si no la tengo… espero que tú lo leas y le hagas una nota.”

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